domingo, 18 de octubre de 2020

Nuevo rumbo

 Hace muchísimo que dejé de publicar en este blog. Ahora estoy en un nuevo proyecto, que es un canal de YouTube. Son mis animaciones con música (yo toco el cello) y en esas animaciones están también mis historias, así que si les gustaba antes lo que hacía, probablemente ahora también. Les dejo el link.

https://youtu.be/R5okuSxSLKA

Visítenme, suscríbanse, comenten y apoyen. El proyecto es nuevo y le estoy poniendo mucho entusiasmo. Necesito de su ayuda.

Saludos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Adulaciones

Me llegó este mail el otro día del que edito el nombre de la empresa, justamente para no hacerles publicidad:

¡Hola amigo!

Simplemente quiero darte las gracias por tu estupendo blog divagacionesyfobias.blogspot.com.

Tras leer primeramente la entrada "Las dos Buenos Aires" yo pasé un buen rato leyéndolo :) Es muy interesante y fácil de entender.. Me gustó mucho la entrada "De la metafísica y la ley".

Te escribo porque actualmente estoy trabajando en la empresa "blablabla" - metabuscador mundial de empleo y mi trabajo consiste en persuadir a los bloggers agregar nuestros enlaces.

Me encanta mi trabajo, tenemos un equipo genial, pero por desgracia no tengo ni idea de convencer a los bloggers para que colocan nuestro enlace, por eso me temo que yo pueda perder mi puesto :( Aún así, en lugar de enviar miles de emails a varios bloggers, estoy leyendo tu blog...

Sinceramente, no estoy seguro que nuestro enlace (lo saco, como les dije, para no hacerles publicidad) sería conveniente en tu blog, pero si crees que sea posible, te estaria MUY agradecido!!! La verdad que el site en realidad es muy efectivo, ayuda mucho en la búsqueda de trabajo.

Sin más por el momento te deseo un excelente día! Una vez más te agradezco por el blog porque es genial, seguimos en contacto!

P.D. ¿Eres "Escorpion"? Siempre estoy encantado de contactar con alguien de este signo del zodiaco :)


Saludos cordiales,

Alessio Rosaledo




A este mail respondí:



Alessio:

¡Qué bueno que te haya gustado! Puntualmente, ¿qué fue lo que te gustó?

Saludos.

Y él respondió:

Hola Martin,

No podria separar algo concreto, me haya gustada toda la concepción de "Las dos Buenos Aires" J

Saludos cordiales,


Alessio Rosaledo

Y yo respondí:

Supongo que te gustó el título que fue lo único que leíste. ¡Qué ladri!

Igual es simpático el método.

Saludos,

Martín.

Creo que no estoy tan desesperado como para necesitar este tipo de adulaciones. Pero no está de más guardar el mail de este Alessio, porque uno nunca sabe.

domingo, 2 de octubre de 2011

Las dos Buenos Aires

La Lonely Planet es una guía para extranjeros que les indica cómo deben divertirse durante sus vacaciones, y desde que mi amigo James se fue de Argentina, descansa en un estante de mi biblioteca. Digo descansa porque como porteño que soy, desconozco Buenos Aires en forma metódica y jamás me vi en la necesidad de abrir el libro para modificar esta situación. Sin embargo, hace poco más de una semana, el aburrimiento me llevó a perderme un poco en esas hojas. Tengo la edición del año 2002 y un error de imprenta había hecho que las páginas 52 y 53 estuvieran pegadas en un extremo, como hermanas siamesas. Con un cuchillo di fin a esta unión y comprobé que en medio de estas dos hojas sucesivas, había dos páginas sin numeración, en donde estaba escrito el artículo que paso a traducir con mis pobres conocimientos de inglés y la ayuda de diccionarios en línea:

Las dos Buenos Aires

Buenos Aires cuenta con una división situacional en la misma geografía. Recorriendo las mismas calles puede verse la Ciudad de los Hombres Felices y la Ciudad de los Hombres Tristes, según sea la suerte o el destino del observador. En estas tierras del sur, la distribución de la alegría y la desdicha se realiza con rigurosa meticulosidad y resulta imposible mezclar estos naipes. Los Hombres Felices son aquellos que reciben constantemente todo tipo de bendiciones tales como la obtención de los mejores trabajos, el hallazgo de dinero en el suelo, la atención de las mujeres más bonitas de las fiestas, ganar competencias, saludes de hierro, la concreción de todos sus caprichos, sentarse en el único asiento vacío de un colectivo y conseguir teléfonos públicos que funcionen y no se coman las monedas. Estos Hombres Felices se pasean blandiendo sus enormes sonrisas, repletas de dientes ostentosos, delante de la envidiosa mirada de sus vecinos.

Los Hombres Tristes, en cambio, son aquellos que esperan destinos que jamás se cumplen, estudian para alcanzar el camino de la inteligencia, trabajan para escalar posiciones, se esfuerzan para engendrar arte, pero caen en las profundidades del fracaso una y otra vez. Se enamoran y no son correspondidos (e incluso son despreciados) y se entusiasman con acontecimientos insignificantes para que la realidad los golpee con mayor dureza y les recuerde su condición de Hombres Tristes. Se pasean por las calles con un suspiro absurdo y constante y puede reconocérselos por sus espaldas encorvadas.

La Ciudad de los Felices y la Ciudad de los Tristes ocupan el mismo espacio físico, pero diferente espacio metafísico. Si la metafísica contara con dimensiones, la Ciudad de los Felices se elevaría unos metros por encima de la de los Tristes y operaría como filtro. La alegría jamás alcanza los niveles más bajos y queda atrapada en los terrenos superiores. La angustia, en cambio, opera en sentido inverso.

Los habitantes de estos dos mundos suponen que podrían perder su lugar y condición en cualquier momento, pero lo cierto es que las sonrisas jamás se corrompen y las lágrimas jamás se secan.

Los Hombres Tristes se reúnen en oficios religiosos narran la historia de Anabás, que fue el primero en abandonar los terrenos subterráneos para colarse en los dominios benévolos y prometió regresar algún día para ayudar a sus hermanos en su ascenso. Los Hombres Tristes suelen contemplar el cielo en busca de una señal, que no se produce. A veces ven una paloma en pleno vuelo y se llenan de un júbilo transitorio, que no es más que la desesperanza disfrazada. La paloma continúa su aleteo, Anabás no se hace presente y ellos persisten en su condición de Hombres Tristes.

Lo que los Hombres Tristes no se han dado cuenta es que Anabás es un héroe mitológico y es la creencia en él y en el día de la emigración celeste la que perpetúa este presente injusto. Anabás sólo existe en la mente de quienes quieren sonreír y reniegan de que no han sido concebidos para ello. La felicidad no es para todos y la única posibilidad de romper este orden es que cada Hombre Triste se reconozca como tal y descubra a Katabás en su corazón. Si no podemos sonreír, pues no lo hagamos. Pero si la sonrisa no es nuestra, que no sea de nadie. Destruyamos la Ciudad de los Felices. Que no quede piedra sobre piedra ni risa sobre risa. La solución no está allá arriba, sino acá abajo. Que arda aquella ciudad que no nos acepta. Que desaparezca cada árbol, cada ladrillo, cada teja de cada casa. Que sólo veamos humo sobre nuestras cabezas para ver si entonces, de la nada, podemos construir algo mejor que esta iniquidad. Ningún imperio ha resistido al tiempo. Y éste no será la excepción. Lloremos con paciencia. Porque la victoria final será nuestra.

Desp
ués de leer estas páginas corrí a la librería más cercana. Conseguí la Lonely Planet pero una edición más nueva del año 2009. En ella, tras la página 52, se encuentra la 53 y sólo se describe una única Buenos Aires, con un solo obelisco. Me pregunto si mi amigo James habrá leido este artículo escondido en su regalo. Lo dudo mucho, porque parecía un tipo alegre. Pero yo sé por qué ciudad arrastro mi angustia, mientras miro al suelo en espera de la señal de Katabás.

lunes, 20 de julio de 2009

De la metafísica y la ley

El diputado Alejo Cuccinoti entró en el comité con la firme intención de conseguir el apoyo para su proyecto de ley. Había estudiado los argumentos durante toda la noche en su escritorio, mientras su esposa dormía extendida a lo ancho de la cama. Con las ojeras como signo de su convicción, el diputado se levantó de su silla y apuntó con sus dedos a todos los presentes:

- No estoy dispuesto a ceder. Este es el momento para presentar esta propuesta.

- Pero Alejo – lo interrumpió el diputado Remigio Hernández, el único con la fortaleza suficiente para rebatir sus ideas -. Se nos acusa de no preocuparnos por los problemas importantes y vos querés, justo ahora, cambiar las leyes del matrimonio. No seas necio. Los periodistas y la oposición nos van a destruir.

- ¿A qué te referís con ‘justo ahora’? Ahora es el momento adecuado. ¿No te das cuenta de que estas leyes quedaron obsoletas? No podés tener un pensamiento tan reaccionario y seguir aferrado a conceptos que ya no pueden sostenerse.

- ¿Pero vos pensás que la gente va a aceptar la nueva ley?

- Por supuesto que sí. Además, va a ser una ley. Van a estar obligados a respetarla.

- Estamos a pocos meses de las elecciones. Dejemos pasar unos meses. En estos tiempos hay que manejarse con mucha cautela. Un error ahora y perdés las bancas.

- Es justamente por eso que debemos presentar el proyecto inmediatamente. ¡Basta de dilaciones! La gente lo pide en forma silenciosa. No lo dicen, pero se lee en los rostros. El matrimonio, tal como lo conocemos, es una institución obsoleta. Hace muchos años el promedio de vida era muy bajo. A los cincuenta, las personas tenían la decencia de pasar a mejor vida. Te trataban de curar un mareo con sanguijuelas y en diez minutos estabas tocando el arpa. En aquellos tiempos de existencias cortas y leyes bárbaras, casarse para toda la vida era un compromiso menor, de apenas unos cuantos años. Pero ahora... ahora el promedio de vida es de ochenta y dos años para el hombre y ochenta y siete para la mujer. Si se casan a los veinticinco, por poner un ejemplo, están estableciendo un contrato de más de cincuenta años. ¡Más de cincuenta! ¿No lo ven? ¡El doble de lo que la persona tiene en el momento de firmar al pie de esa bendita página!

«No señor, el contrato matrimonial debe caducar a los veinte años. Esa ley no puede hacerse esperar. La ciencia estiró nuestras existencias. Tenemos la posibilidad histórica de vivir dos vidas. ¿Vamos a desperdiciarla viviendo una sola? No, veinte años, veinticinco a lo sumo y empezamos de nuevo. ¿Lo entienden?»

- Bueno, pero algunas personas estamos felices con lo que tenemos y no queremos recomenzar...

- ¡No me hagas hablar, Remigio! ¡No me hagas hablar que ya sabemos cómo son tus deseos de no innovar!

- Pero por lo menos habría que dejar la posibilidad de renovar el contrato. No podemos obligar a la gente a separarse.

- ¡De ninguna manera! ¡Ese sería el error más grande! ¡La revolución debe ser completa o si no, no se debe llevar a cabo! No estoy dispuesto a transigir. Porque si existe la posibilidad de la renovación, entonces nadie estará dispuesto a dar el salto. ¡Pero no se dan cuenta! ¡Les estoy proponiendo una ley que nos permita vivir dos vidas! ¿No lo entienden? ¡Un cambio ontológico establecido en el Código Civil! ¡Nadie en la historia de la humanidad propuso algo tan grande!

Todos los asistentes se vieron persuadidos por los argumentos de Alejo. Incluso Remigio acarició su barba y asintió, cuando todas sus barreras fueron desarticuladas.

Al día siguiente, el proyecto de ley fue presentado y cajoneado, como tantos otros, puesto que le dieron prioridad al debate acerca del aumento del salario de los diputados y senadores, que tuvo una aceptación inmediata y unánime.

Un día antes de cumplir sus bodas de plata, Alejo Cuccinoti, extendido a lo ancho de su propia cama, vio su sueño interrumpido cuando un cuchillo de cocina se le hundió en el pecho. Enterrado en la Chacarita, apoya ahora su cabeza en la base de una lápida en la que puede leerse:

"La política y la sociedad no están preparadas para empresas metafísicas".

martes, 7 de julio de 2009

Acerca de la génesis

Hace ya un tiempo largo, conocieron la historia del bandoneonista Remigio Álvarez y su teoría estética del sufrimiento. Lo que no saben es que el artista compartió el vientre materno con su hermano gemelo, de rasgos semejantes pero de actitudes diferentes.

Bajo el influjo de la era de la producción en masa y la certeza de que un blog sin artículos se muere, cometí la torpeza de dar a conocer los tropiezos de Remigio y callar o postergar los de su hermano.

Las personas tenemos vidas inútiles. Pensamos que nuestro nacimiento tiene un propósito, que nuestros actos se adhieren en la tierra que pisamos y que nuestra muerte inundará al mundo de un llanto incontenible. Pero no es así, vivimos y morimos y somos olvidados en un descuido. Hacemos cada tanto movimientos ampulosos para instalarnos en el recuerdo de alguien, pero es en vano. Nos perdemos entre miles de imágenes y sonidos y, al cabo de algunos años, somos apenas un nombre familiar, un estudiante escondido en medio de otros rostros de una foto grupal de un colegio que ya no existe, porque fue convertido en una torre gigantesca.

Los personajes, en cambio, tienen existencias redondas. Como no son concebidos por un vientre, sino por una cabeza, sus existencias no transitan por las calles del azar o la estupidez y sus actos están destinados al recuerdo.

Por cumplir con los plazos de una entrega o por querer ser breve para no aburrir, les conté las penurias de Remigio. Pero éstas sólo tenían sentido en contraposición con las de su hermano. El problema es que al demorarme en transmitirla, me olvidé de su historia y no pude recordarla a pesar de haberlo intentado una y otra vez. Las personas pueden y deben ser olvidadas, no así los personajes. Pero éste se rebeló. Ante un descuido, se escondió vaya uno a saber dónde y permitió que su vida careciera de sentido, no dejó ninguna huella visible y, lo peor del caso, arrastró consigo a su hermano, cercenando su historia, que en principio era circular y, por lo tanto, perfecta, hasta dejarle el aspecto triste de un gajo de mandarina.

Ya salí inútilmente por las calles de una Paternal imaginada, gritando el nombre del personaje devenido en persona por propia voluntad o como consecuencia de mi incapacidad de recordar cosas importantes. Quizás sea el momento de salir a buscarlo por La Paternal real.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Del arte en la Paternal

Los vecinos de la Paternal sostienen que para ser artista, es necesario tener una vida tortuosa. La arquitectura de las calles hace que el pensamiento llegue inexorablemente a esa conclusión. Esta circunstancia puede parecer absurda (y probablemente lo sea), pero estudios científicos han demostrado que una misma persona tendrá ideas necesariamente contradictorias si lleva a cabo un análisis en San Cristóbal y en Constitución. El libro La geografía es mucho más que una montaña, escrito por el Dr. Guillermo Llorente, expone el caso de un hombre que vivía cerca de la estación de tren y que todas las noches decidía abandonar a su novia. A la mañana siguiente, cuando se dirigía a su casa para comunicarle su determinación, cambiaba de opinión en el preciso instante en que atravesaba la Avenida Entre Ríos. Hoy, la pareja sigue vigente y vive, un poco a disgusto, en el límite entre Balvanera y Monserrat y consideran dejarse o enlazar sus existencias para siempre cada vez que deciden comprar el pan en una u otra panadería.

Remigio Álvarez nació, vivió y planeó tener hijos y morir en la Paternal, por lo que sus apreciaciones artísticas estuvieron siempre teñidas por el curioso signo del barrio. De todas formas, en esas breves desatenciones del destino que los incautos llamamos libre albedrío, Remigio había conseguido convertirse en un verdadero extremista por voluntad propia.

Su afición por el tango y, en particular, por el bandoneón, apareció a temprana edad, cuando imitaba los movimientos de su abuelo que formaba parte de una orquesta típica. Pero fue en ese límite incierto entre la adolescencia y la juventud cuando descubrió que la música no provenía de dedos ágiles, sino del corazón y, principalmente, del dolor. En medio de una clase de solfeo cayó en cuenta de que esos estudios prácticos no tenían sentido, llamó "prestidigitador de cuarta" a su profesor y lo abandonó para siempre, dando un portazo, para dedicarse de lleno a actividades sufrientes, fuente de la única y verdadera inspiración.

Fue así como, a partir de ese día, se esforzó en enamorarse de mujeres imposibles que lo rechazaban con vehemencia y, en ocasiones afortunadas, hasta llegaban a ignorarlo, que es la forma capital del desprecio. Se rodeó de amistades que practicaban la ingratitud. Sintió admiración por desmemoriados que lo condenaban una y otra vez al olvido.

A Remigio se lo suele encontrar en boliches de mala muerte, tocando el bandoneón para borrachos que apenas le prestan atención. Considera que desperdició su vida, mientras sus dedos bailan un tango sobre los botones y el fuelle suspira amargura.

Alguna vez escuché su melodía entre el humo de los cigarrillos que nubla su existencia. Lo peor del caso es que no estoy seguro de que su música sea buena.

miércoles, 1 de abril de 2009

Monstruos de Plaza Francia II

José Vaivén era un mortal que manifiestaba en sus rasgos la azarosa combinación de dos razas separadas por miles de kilómetros, pero que se habían estrechado cuando su madre australiana supo dar a luz un hijo de padre criollo. José Vaivén, ya maduro, se hizo presente en los terrenos floridos de Plaza Francia para pasear sus particularidades. Dedicado a la confección y venta de boomerangs, esgrimía su cuchillo sobre la madera y procreaba así la artesanía con la que sus ancestros maternos se procuraron el alimento. Sólo después de someter los boomerangs a rigurosas pruebas, que daban cuenta de su calidad, los depositaba en una tela extendida en el suelo y los exhibía al círculo comercial. En ellos podían verse distintos dibujos de temática monótona: cientos de trabajadores enardecidos incendiaban una fábrica y se repartían lo que las gigantescas y pesadas máquinas habían producido a lo largo de la jornada. El dueño de la empresa exponía su cuello a la soga de la cual pendía, mientras algunos de los hombres que lo habían ajusticiado jugaban con su cuerpo inerte, balanceándolo de un lado al otro. Un grupo blandía distintos carteles en los se leían reclamos políticos y, a fuego lento, se quemaban los últimos vestigios de un sistema opresor, mientras los trabajadores bailaban y celebraban el éxito de la revolución. Otros boomerangs mostraban una Plaza de Mayo atestada de obreros que resistían las acometidas de la policía. La Guardia de Infantería desplegaba sus gigantescos bastones sobre las cabezas de los manifestantes que crujían cuando los uniformes avanzaban, pero la multitud era tan grande, eran necesarios tantos crujidos, que los bastones jamás lograban imponerse a tantos cráneos. Cientos de escudos transparentes, intentaban detener el empuje de miles de brazos que pugnaban por ingresar en la Casa Rosada. En un extremo del boomerang, cinco individuos golpeaban tímidamente unas cacerolas y se miraban con autosuficiencia. Somos la invencible clase media, gritaba uno. Viva, coreaban los cuatro restantes, mientras los disturbios les pasaban por su derecha, por su izquierda, por arriba y por abajo. Una señora con un bebé en brazos era golpeada ferozmente por un policía y, mientras un periodista de impermeable blanco denunciaba la barbarie del servidor público, otro periodista de impermeable negro se lamentaba de que una madre fuera capaz de exponer a su hijo a semejante peligro. El periodista blanco le respondía al negro que los que tienen hambre no tienen otra arma que la protesta y el negro le respondía al blanco que todos los que se encontraban en la plaza eran delincuentes pagos. Los insultos del periodista blanco se enroscaban en los del periodista negro, mientras se amenazaban con sus micrófonos para trenzarse luego en un combate feroz. A la derecha, un grupo prendía fuego a un tacho de basura y los bomberos trataban de apagarlo, sin poder acercarse, repelidos por piedrazos que surcaban el cielo. El potente chorro de agua se dirigía a las masas, en lugar de declararle su acostumbrada guerra a las llamas. Otros manifestantes construían barricadas, mientras algunos políticos se tomaban la cabeza, asomados a una de las ventanas de la Casa Rosada, mientras otros políticos se frotaban las manos, en la ventana lindera.

José Vaivén, mientras recortaba la madera, explicaba a quien quisiera oírlo que él mantenía el único sistema ético-comercial que había existido en el mundo. Jamás permitiría que una de sus artesanales armas cayera en manos de un gringo y cada vez que un extranjero se le acercaba a preguntarle el precio de sus productos, dejaba oír sus amenazas en toda la plaza.

A fuerza de simpatía, supo ganarse la amistad de los chicos que solían pedir dinero a los transeúntes y los aleccionó en sus doctrinas. Los pobres no tenemos que pedir dinero, les decía, sino exigir lo que por derecho nos corresponde. La fuerza es un recurso, agregaba, y por lo general, el único con el que contamos los que individualmente no somos poderosos. Los chicos lo observaban con ojos grandes y fascinados por el trayecto inconcebible que describía el boomerang cuando José lo arrojaba hacia delante:

- Tenemos que ser inteligentes - declaraba - para lograr que lo que nos fue arrebatado - y lanzaba su artesanía - vuelva a nuestras manos - y atrapaba su alegoría en pleno vuelo. - Aprendé a ganarte tu sustento, porque nadie te lo va a regalar - le dijo a Rubén, un chico de doce años y el mayor de todos sus espectadores, mientras depositaba en su mano el boomerang mejor trabajado -. Ahí hay un pájaro - y extendió su dedo índice hacia la rama de un árbol.

Rubén, con un movimiento diestro de su mano, supo hacer que el dibujo tallado de la revolución social, golpeara la cabeza del gorrión, que se transformó en alimento inmediatamente después de exhalar su último canto. Una olla grande, llena de aves desplumadas, era revuelta por una rama. La ronda de ojos hambrientos cercaba la cocción, mientras la voz de José resonaba en oídos que no podían escucharlo, porque el espíritu encerrado en el cuerpo, se pega a la lengua cuando las tripas suenan:

- No hay que regalar pescado. Hay que enseñar a pescar. Porque el pescado sirve para ahuyentar el hambre de hoy y el arte de la pesca, nos hace libres del hambre para siempre.

Los chicos probaron la sopa de pajaritos cuando estuvo lista y quedaron satisfechos. Sus abdómenes redondos brillaron, felices, bajo las estrellas por primera vez. Y durmieron un sueño gordo, cuyo sopor no quebrantan los ruidos ni las pesadillas.

Se despertaron cuando el sol del mediodía derramó su calor sobre sus diminutos cuerpos.

A partir de aquella noche de saciedad, el cielo de la plaza se vio surcado por innumerables boomerangs. Los pájaros se desprendían de las ramas como frutos maduros, saboreados por la jugosa sonrisa de José Vaivén, que sembraba discursos en tierra propicia:

- Ya se encargarán del mundo - se decía -. Ya arreglarán las injusticias con la fuerza de su brazo.

Los chicos saborearon una y otra noche las delicias de la sopa de pajaritos y cada banquete se convertía en una verdadera fiesta. Los cantos giraban alrededor del fuego y el baile se desplegaba bajo la luna, mientras el aroma de la sopa se fugaba de la olla y se esparcía por la plaza, halagando las narices de todo el barrio durante varios meses.

De jarra en jaaarra
Sirvan la soopa
Igual que el viiino
De copa en coopa

Cierta tarde, José Vaivén desapareció y distintas versiones intentaron dar cuenta de su paradero. Grupos políticos dijeron que el Gobierno lo había asesinado para evitar que sus boomerangs subversivos siguiesen promoviendo comportamientos sediciosos. Grupos religiosos sostuvieron que el gorrión es un ave sagrada de nuestros cielos y que una divinidad había castigado al cazador, transformándolo en pájaro. Los artesanos de Plaza Francia se abstuvieron de hacer comentarios y sólo algunos se atrevieron a admitir, después de muchas horas de insistencia, que durante la semana posterior a la desaparición de José Vaivén, el aroma de la sopa de pajaritos que cocinaban los chicos junto al tobogán, tuvo un aroma más agradable, más suculento y dulzón de lo acostumbrado y que durante esos siete días la fiesta de los chicos se había vuelto realmente escandalosa.

Que avive el fueeego
Ésta, mi cancioón.
De caldo y caaarne
Es la comunioón.

La rama sigue escondiéndose en la olla y la sopa sigue cocinándose en las noches de Plaza Francia, pero el rito se celebra en forma silenciosa, como si de un ceremonial religioso se tratara. Rubén, el mayor de los comensales, es quien se encarga en la actualidad de repartir los boomerangs a los cazadores. Algunos buscan en sus ojos a José Vaivén, convencidos de que la llama se transmite de maestro a discípulo, pero sólo encuentran dos pupilas negras, artesanales.