jueves, 27 de noviembre de 2008

Del alma

Algún libro de mi biblioteca sostiene que el alma de los seres humanos es un carro tirado por dos caballos de cualidades y condiciones no sólo diferentes sino también opuestas. Parece ser que uno está complicado, tratando de conducir a estos animales que no tienen ningún tipo de coordinación. Y así anda el hombre, sin posibilidad de hacer un paseo tranquilo, porque con esta yunta, cualquier viaje es un dolor de cabeza.

No obstante, tengo la teoría de que el alma de cada persona ha de ser distinta. Si no existen dos caras iguales (por lo menos no en Occidente), ¿cómo habrían de aparecer dos espíritus idénticos? Decidido a averiguar si en mi interior había o no un hipódromo, me dediqué a hacer una serie de introspecciones poco exitosa y a consultar a toda clase de eruditos en la materia.

Por correo, esta mañana me llegaron los resultados clínicos. Entre tantos números incomprensibles (sabrán que los estudios de laboratorio incluyen cifras que confunden y preocupan), pude entender la siguiente situación que se debate en mi interior.

Históricamente, mi alma era unipersonal. Había un único individuo alto, de tez blanca y profundamente fanfarrón, confiado en que su destino era la grandeza, que su nacimiento estaba signado por el triunfo y poco dispuesto a mostrar gestos humildes. Si la naturaleza es sabia, la metafísica lo es mucho más. Permitir que espíritus de estas características vivan en sociedades civilizadas es, evidentemente, un error, ya que resultarían insoportables para el resto. Por tal motivo, en cuanto mi persona entró en contacto con otras, mi alma sufrió una transformación inmediata: abandonó la soledad del soberbio para hacerse de un antagonista. De la nada (lo que no es posible en este mundo material), surgió un negrito atlético con shorts de boxeador, que soltaba golpes de puño al aire. Cuando se le acercó, distraído, el fanfarrón, el chiquito le asestó una trompada en pleno rostro y con ella, se desató el duelo pugilístico por el dominio de mi voluntad, que tiene lugar en mi Luna Park interior desde que tengo memoria.

El soberbio que hay en mí, el que cree haber nacido para llevar a cabo toda clase de hazañas, ataca en forma algo torpe, convencido de que la victoria está asegurada e inflado por el clamor de una platea escasa, pero que él considera multitudinaria. Con la guardia baja -no podía ser de otra forma- se acerca al negrito y eleva su puño por encima de su cabeza para dejarlo caer con la mayor violencia posible. El otro boxeador, el atlético, el que se sabe una persona mediocre, el que recuerda que todos vamos a morir y el que reconoce que ser olvidado es un giro inesperado de la fortuna, porque para ello es necesario ser recordado en primera instancia, esquiva el golpe, se recuesta contra las cuerdas del ring e inicia un contraataque feroz, con toda la potencia de la realidad.

El negrito golpea la cabeza, el abdomen, la mandíbula del fanfarrón. Lo hace tambalear una y otra vez, lo deja grogui y con la mirada perdida en las luces cuadradas que se suspenden muy por encima de su cabeza. Pero el soberbio no cae. Sigue ahí, de pie. Cada tanto emboca una trompada que resuena en la cabeza del negrito. Pero éste se enfurece más y lanza todo tipo de golpes con una agilidad asombrosa.

El problema de esta pelea es que cada golpe de los dos rivales me duele a mí. El fanfarrón ataca y salgo al mundo como un león, pero el negrito estampa su puño y me doy cuenta de que mis talentos son escasos. El fanfarrón se defiende y sospecho que el reconocimiento esquivo no es indicador de nada, que las masas aplauden actos aborrecibles y les dan la espalda a seres con méritos infinitos. El negrito se lanza contra su rival y caigo en cuenta de que el reconocimiento es el único parámetro que tenemos en un mundo de subjetividades y de verdades ocultas, o acaso inexistentes.

Esta pelea interna e inacabable condiciona mi historia: lo hizo cuando envié un currículum en busca de mi primer trabajo, pero también cuando me decidí a cortejar a una señorita; se hizo presente cuando me paralicé frente a una vidriera, indeciso ante la disyuntiva de llevar un jean u otro, pero también cuando alguien se me coló en la fila del cine. Se revuelve mi interior en todo momento y yo toco la campana, una y otra vez, con más y más fuerza para mandarlos a descansar a sus banquitos de madera (y descansar un poco yo). Pero los pugilistas, ensordecidos por el fragor de la batalla siguen intercambiando golpes que no cesan.

Me duelen tanto los puñetazos dados como los recibidos y ningún réferi detiene ni castiga las trompadas ilegales, porque los contendientes no han oído de nociones tan abstractas como el fair play.

Guardé los resultados del laboratorio en el mismo sobre del que los había sacado. En medio de esta contienda, en donde no hay ganador ¿no les parece juiciosa la renuncia?

52 comentarios:

Martín dijo...

Todos: Escribir un artículo para explicar por qué no estoy escribiendo es por lo menos contradictorio. Pero no se le puede pedir coherencia a quienes tenemos un Luna Park interior.

En realidad, la idea de dejar de escribir se me apareció muchísimas veces, pero también muchísimas veces desistí. Esta vez, simplemente, me duró un poco más de tiempo.

Hace algunas semanas, en algún blog ajeno leí que a su autora no le importaban los comentarios de sus lectores ni sus opiniones. A decir verdad, no le creí mucho. Las personas que publicamos, por este medio o por otro, lo hacemos porque contamos con la presencia de cientos de ojos que transiten el camino de nuestras ideas. De lo contrario, si lo único que nos importara fuera escribir, podríamos dibujar secretos en archivos Word y esconderlos en nuestro disco rígido. ¿Qué sentido tendría publicar si no queremos difundir nuestas palabras? (Es cierto, no soy el más indicado para señalar contradicciones de los demás).

Para lograr que algunas personas se decidan a leernos, tenemos que presentarnos en otros blogs, leer artículos, comentarlos y mostrarnos inteligentes para que algún incauto caiga en nuestra trampa para osos y busque más opiniones nuestras siguiendo nuestro link. Que nadie se sienta traicionado por esta confesión, porque también es cierto que uno elige en dónde colocar una trampa y si el blog leído no me resulta interesante, no comento absolutamente nada.

Esta tarea es bastante agotadora. Implica tiempo, esfuerzo y dedicación. En un principio, el ardid publicitario, aunque extenuante, resultó efectivo y muchos de ustedes se hicieron verdaderos parroquianos. Pero por algún motivo que desconozco o que no quiero reconocer, las últimas semanas fueron frustrantes. Según los datos que me proporcionó el Google Analytics, la cantidad de lectores no sólo no creció sino que disminuyó en forma ostensible.

Yo soy un agradecido con los lectores frecuentes y, principalmente, con los comentaristas, que son coautores míos. Muchos de los artículos que escribí, surgieron como consecuencia de los comentarios que me fueron haciendo, así que son una verdadera fuente de inspiración. Y es por eso que les escribo estas disculpas, por ausentarme sin preaviso. Pero en estos momentos, soy como un pésimo asador, que consiguió encender cuatro carboncitos y está dele abanicarlos para hacer un churrasquito, pero al lado mío, un tipo apático, sentado desde su silla ve cómo se cocina su asado, su vacío, sus achuras con mollejas y todo. Tiene una llama enorme que la encendió con pericia en cinco minutos (esta imagen me ocurrió realmente en un viaje al sur, pero jamás pensé que me serviría como metáfora de otra situación). Los que tienen un blog podrán entender lo frustrante que puede resultar comer este bife arrebatado, quemado por fuera y crudo por dentro.

En definitiva, es por esto por lo que no estoy escribiendo. En estos momentos el negrito le está propinando una verdadera paliza al grandulón, pero en una de ésas en un tiempito el lungo contraataca. Nunca se sabe. Hasta que no hay un Knock Out, el destino de un alma puede torcerse.

A propósito, odio el boxeo. Excepto en las películas de Rocky, siempre me da un poco de lástima el que pierde.

Anónimo dijo...

Un poco de reciprocidad de un lector: me gusta cuando cuentas cosas de tu barrio porque sé que son inventadas pero parecen reales, porque sé que no hablas de mi barrio pero lo reconozco. Mentiras interesantes. No me gusta cuando te sinceras, cuando hablas de ti mismo. No es que me caigas mal o que no me parezcas interesante. Es que mientes mucho mejor que dices la verdad. ¡Miénteme! Miénteme, que ya me encargaré yo de descubrir la verdad que hay detrás de cada mentira (y no al revés).

PiojoPromiscuo dijo...

La trampa del link esta dentro de lo preestablecido, todos sabemos que los post con link son puro marketing, pero para comprar algo tiene que ser interesante primero, por lo tanto no me siento estafado, no te disculpes con respecto a eso. Por tu falta de ganas de escribir, bueh, vos tenes que lidiar con montones de falta de ganas de leer de parte de nosotros.
La pelea parece despareja, nosotros los lectores buscamos un rato de esparcimiento GRATIS, y a pesar de disfrutarlo, podemos volcar montones de sarcasmos hirientes en los comentarios y dado que todavia no sos tan popular, tenes que bancarlo porque no te sobran lectores/entradas en tu blog.
En mi caso particular, ando fusilado por la realidad y busco equilibrar mi siquis, tratar de reirme y chicanear con el autor cuando uso mi tiempo entrando en sus blogs, como en el comentario anterior de Ash, yo tampoco quiero un blog onda emo de Capusotto u otro como el de la Bonaerense (con este ultimo tengo la cuoto de sufrimiento - realidad - heroismo - abnegamiento, cubiertos y le soy fiel.
Resumiendo, decile al grone que afloje, contaminale el frasquito del pis antes del antidoping y volveran los huidizos lectores.

perdida dijo...

La verdad Martin que me encanta tu blog, me encanta como escribis, me encanta si no escribis porq supongo q no tenes ganas o tiempo o pensas q puede estar no estar bueno lo q tenes para publicar. Me parece q tu blog es distinto, no contas tu vida dia a dia y eso le saca esas ganas q tenemos/ tienen (no siempre se cumple en todos) los demas de espiar la vida de los otros y comentar, aconsejar, opinar. Por eso es distinto, pero no es pesado, ni pretensioso. Y esta bueno q sea distinto. Tbm podrias escribir sobre tu relacion con tu novia, tu ex mujer, tu divorcio, etc. y ahi tendrias 100 comentarios por entrada pero tendrias q ser constante y escribir todos los dias, y mentir mucho y repetir lo mismo q dicen los demas. Personalmente creo que este es uno de los mejores blog q leo, a veces no comento, solo lo leo, porque me gusta leer lo q escribis y lo q escriben los que comentan. Hoy comento para q sepas q debe haber muchos como yo, q solo leen (no se como te avisa blogger cuantos te leen). Y si pocos leen, q importa?? La mirada de los otros es terrible, como determina nuestra vida, vamos por el mundo mirando a los otros, no solo nos importa como nos juzgan sino q tbm juzgamos nosotros.

Segui escribiendo cuando quieras, cuando tengas ganas. Citando a piojopromiscuo: Por favor, decile al grone q afloje!!!!! Quiero otra vez tu yo divertido, el q no escucha si no tiene ganas, el de los dobles, el q no tiene su propia fiesta de cumpleaños.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Me parece justo, juicioso.
En el caso de mi alma, es un despelote, una nube de polvo como la de los dibujitos animados cuando corren o se pelean, por lo cual creo que hay más de dos contrincantes. En definitiva, en mi caso, no es vida.

Estoy acá esperando, sin mayor motivación que el placer de leerte.
Y ahora sé qué pensás de mi blog, jijiji
A mí me importan los comentarios, porque me estimulan. Porque completan mi texto.
Estoy acá, como muchos, no para que pases por el mío.
Estoy acá para disfrutar, pensar, reírme, conmoverme...
Coincidir, discrepar...
Estoy aquí, porque como otros, considero que es uno de los blogs más interesantes que he leído.
Y te espero.
(sonó muy chupamedias?)

Anita dijo...

Martín:
En primer lugar voy a hablar de tu relato, el cual me pareció sencillamente genial. No se a que te dedicás, pero vislumbro en vos un gran escritor.
Cuando estaba en 5º año, una profesora de literatura muy visionaria me recomendó leer "Para comerte mejor" de Eduardo Gudiño Kieffer. Nunca pensé que la descripción del alma dual del ser humano, que hace el autor en ese libro, pudiera ser aplastada de tal manera como lo hacen el negrito y el fanfarrón en tu cuento. Brillante es la única palabra que se me ocurre.

Ahora, respecto a tu posterior explicación, creo que muchos de los que te leemos y escribimos también en nuestros blogs, te entendemos perfecto. A veces, es sumamente desmoralizante ver que nadie te lee. Te sentís una cosa toda chiquita y sin talento si nadie comenta un post, o si los comentan solo tus mejores amigos.
Sin embargo, animarse a mostrar lo que escribis ya tiene mérito, sin importar la mirada de los otros. Obviamente a todos nos hace mejor saber que del otro lado hay alguien, pero que no sea ese tu único motor.
Yo no te conozco nada. Entré por primera vez hace menos de un mes, leí todos tus post en tres horas y me decidí quedarme para siempre.
Ojalá que "siempre" dure para vos lo mismo que para nosotros...

PiojoPromiscuo dijo...

Eso si, si esperas que te aliente para que sigas escribiendo, perdiste conmigo, yo soy de los que gritan "y si estas en la azotea, salta...". Trata de darle bola a Claudio o a tu publico femenino, ellos son buenos consejeros.

Bichicome dijo...

tenes un luna park interior???

Salado..

Anónimo dijo...

Piojo... anímale a que salte de la azotea, que le va a servir más que cualquier coro bienintencionado. Que se deje de lamentos y se lance al vacío. Sospecho que ese terror a dar ese pasito es lo que le tiene amarrado a la barandilla.

Título para la siguiente entrada: "De la muerte". Lo quiero para, como mucho, el domingo. ¡AR!

Anónimo dijo...

Tenés que hacer trampa, Martín.Que el fanfarrón use nudilleras de plomo,que pegue por debajo de la cintura, que muerda orejas y tire cabezazos. No importa cómo: el negrito tiene que quedar groggy un buen rato, que el fanfarrón domine el ring a su antojo, y entonces sentate a escribir creyéndote el mejor.

El negrito resurgirá, te va a sentar de una piña muchas veces, es cierto. Pero creéte mediocre con el texto terminado, con las estadísticas pobres, con el éxito huidizo; nunca a la hora de escribir.

Soy el menos indicado para hablar del tema: dos años de silencio por motivos parecidos, una capitulación
triste, sin siquiera enarbolar pañuelos blancos. Hace poco se me dio por abrir un blog, y reincidir en esta batalla perdida de antemano. Los motivos que me impulsaron a creer que esta era una buena idea se desdibujaron rápidamente, aplastados por el triste electrocardiograma de las estadísticas del wordpress, por la ausencia de comentarios, por la confirmación pública de una falta de talento que sospeché desde siempre.

Intenté al principio con el mismo ardid publicitario. Como dice Piojo, es algo preestablecido, está aceptado. Sé que los comentarios en mi blog son anzuelos para otros textos, y los míos en los ajenos suelen tener la misma finalidad. Pero es agotador, y me roba el poco tiempo disponible para leer, escribir o mirar al techo esbozando alguna historia que, a lo mejor, nunca escriba. Me cansé pronto. Leí todas las entradas de tu blog, por ejemplo, y apenas comenté dos o tres. Lo mismo me pasa en muchos.

Pero son pocos los casos de asadores apáticos que miran el asado desde la silla, sobre todo en blogs de este estilo. Los demás tienen asadores afanosos, esforzados. Puede haber cincuenta comentarios, pero si revisás cada link en general encontrás al autor del primer blog comentando en la mayoría de ellos. Es una cuestión de reciprocidad. Entiendo que a algunos no los convenza: a mí no me seduce la idea.

Hace poco encontré por internet una entrevista a Abelardo Castillo, o unas preguntas en un blog. No lo recuerdo bien y las cadenas que pruebo en google no me traen el resultado correcto. Alguien le preguntaba cuándo un escritor deja de sentirse mediocre. "Cuando empieza a escribir", respondió.
Y algo de razón tiene: si en el fondo no creyéramos que tenemos algo interesante para decir, seguramente no escribiríamos una palabra.

Aunque la mayor parte del tiempo vaya ganando el negrito, es importante que el fanfarrón no se deje noquear. Que de vez en cuando meta un gancho y lo obligue a recular.

Yo voy a seguir leyendo cada uno de esos ganchos que tira tu fanfarrón, porque me gusta cómo pelea.

Anónimo dijo...

A mí me entristecería mucho que dejes de escribir. Me encanta leer tus relatos así como los comentarios de tus otros lectores. Me fascina ver como se inspiran mutuamente, las reacciones que provocan y los vínculos que se van creando.
No, no podés dejar de escribir.

Anónimo dijo...

Martin,que algo sea popular, no significa que sea bueno, no es lo mismo comer pizza en la esquina, parado, con un vaso de Moscato, que sentarse a degustar alta cocina, con buena musica de fondo, a una mesa con blanco mantel, copas de cristal y vajilla de porcelana, eso es para poco publico y para mi, vos sos lo segundo...se entiende?, postea cuando lo sientas, pero no dejes de hacerlo, sos un excelente escritor....mariaM

Arle dijo...

Martín : Los que te leemos, te buscamos y a pesar de saber que no posteaste, entramos a dejarte un beso cibernético, no vamos a dejarte ir.

Es una sensación extraña que se forje un vínculo tan fuerte mediante un vehículo frío e impersonal como lo es internet.

La verdad es que quita mucho tiempo leer los blogs, comentar, postear.
Pero también nos alimenta el alma, nos hace seguir adelante con nuestro propio proyecto, nos emociona hasta el llanto o hasta las carcajadas.

Moviliza, enciende, provoca. Tus escritos llegan al corazón y ahí se quedan, germinando y dando frutos extrañísimos y abundantes.

No nos dejes sin eso.

Arlequincita

Anónimo dijo...

(yo no sé hablar en serio)
Martín, esperemos que no venga Arjona a hacerte 23 recitales.

No encuentro modo de decir esto sin poner presión: siento que sería una pena! sos divertido y el humor es una de las cosas que le dan fuerza a la lunga que hay en mí.
que egoista. no?

Ana dijo...

Interesante, hace reflexionar...

Además de que escribís de un modo brillante. Y lo digo a pesar de intuir que, si bien puede interesarte la opinión del lector, seguramente conocés tu enorme capacidad para escribir.

Yo tengo dos enormes personalidades acá adentro. Y no voy a describirlas, sino simplemente a decir que una es poco conocida, digamos que para los VIP. Y la otra, bueh... la otra es la que me acompaña el 80% del tiempo.

Anónimo dijo...

Martin; estuve con la sensación de extrañar, extrañe que no postees, se hizo realmente larga la espera, pero me parecio impecable lo que escribiste.
Creo que una vez al año uno se plantea esas cuestiones existenciales sobre el ALMA, AMOR, FELICIDAd, etc. Cuando se plantea eso, pienso que falta algo, que no es todo lo que necesito, pero despues de un tiempo llego a la conclusión que mi ESCENCIA esta bien, que me complementa que me hace ser la persona que soy y que mi alma esta ENTERA.
Es la altura del año la que hace replantearte estas cuestiones, supongo que te agarro el SINDROME PRENAVIDEÑO, lo odio, casi me hice inmune.
espero qeu continues posteando porque somos muchos que queremos leerte, prometi hacerte publicidad para lograr mas ingresos pero asi no puedo.
Besos

difícil la tipa dijo...

Me encantó el cuento. Me remitió al mundo de mis contradicciones, las peleas entre mis distintos yo y los lugares que cada uno de ellos elige para mirar la realidad, según el humor con que arranquen el día.
En cuanto a si seguís escribiendo... bueno, podría echar mano a los más bajos manejos culpígenos, pero simplemente citaré a Karina Olga: "lo dejo a tu criterio" y con respecto a los comentaristas citaré al anónimo filósofo ¿urbano? que alguna vez instaló aquello de "lo importante no es la cantidad, sino la calidad".
Para cerrar, y sin ánimo de meterle más presión al tema, recordá que ya en una oportunidad, con el Señor Piojo, le perdonamos la vida a tu conejo.

PiojoPromiscuo dijo...

Buena deduccion la de "Depresion pre-Navidad/fin de Año". Tambien puede ser efecto del vapor de los orines de los perros con nombres humanos del viejo vecino, por que no una "conspiracion esquimal", habra probado un turron que le convido la 'ña Yiya?. Esto me supera, es minimo para Monk o Columbo.

Jesis dijo...

Y si es el calor? si ese calor que golpea de manera despiadada la zona norte te produce toda esta catarata de pensamientos y contradicciones?
Pero hagamos fuerza entre todos para que no deje de escribir, estoy como adicta a este blog, realmente lo necesito.

Anónimo dijo...

Parece que esto de dejar de escribir va en serio.
Mmmmm...

PiojoPromiscuo dijo...

Habria que hacerle una oferta que no pueda rechazar. Alguien conoce a Madonna Quiroz?

Anónimo dijo...

Piojo, me hiciste googlear. No tenía la menor idea de quien es "Madonna" Quiroz. Ese sí que mete miedo!

Jesis dijo...

No va a escribir, no lo va a hacer, la ultima vez pasaron como 2 semanas y ahora vamos por lo mismo... necesito otro blooooog o que empiece a escribir de nuevo.

PiojoPromiscuo dijo...

Despues que no se queje si empezamos a escribir pavadas o chatear entre nosotros.

difícil la tipa dijo...

Me parece que lo vi correr perseguido por las palomas de Plaza Moreno acá en La Plata... estas son buenas, todas esquimales. Le van a dar su merecido!!

Anónimo dijo...

Esto es serio....Martin no aparece por ningun lado, ni siquiera en el blog de Casciari...Martin volve!!!mariaM

PiojoPromiscuo dijo...

19 de diciembre de 1971

Sí yo sé que ahora hay quienes dicen que fuimos unos hijos de puta por lo que hicimos con el viejo Casale, yo sé. Nunca falta gente así. Pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Pero habla que estar esos días en Rosario para entender el fato, mi viejo, que hablar al pedo ahora habla cualquiera.
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario en esos días anteriores al partido. ¡Y qué te digo “esos días”! ¡Desde semanas antes ya se venía hablando, del partido y la ciudad era una caldera, porque eso era lo que era la ciudad! Claro, los que ahora hablan son esos turros que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos desgraciados, festejando en pedo a los gritos y después ahora te salen con que son... ¿qué son?... moralistas... ¿De qué se la tiran, hijos de mil putas? Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar. Pero si vos vieras lo que era la ciudad en esos días, hennano, prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No se hablaba de otra cosa en los boliches, en la calle, en cualquier parte. Saltaban chispas, te aseguro. Y la cosa arrancó con el fato de las cábalas. O mejor dicho, de los maleficios.
—Hay que entender que no era un partido cualquiera, hermano, era una final final. Porque si bien era una semifinal, el que ganaba después venía a jugar a Rosario y le rompía el culo a cualquiera. Fuera Central como Ñul, acá le hacía la fiesta a cualquiera. ¡Y cómo estaban los lepra! ¡Eso, eso tendrían que acordarse ahora los que hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del viejo Casale! ¿No se acuerdan esos turros cómo estaban los lepra? ¿No se acuerdan ahora, mi viejo? Había que aguantarlos porque se corrían una fija, pero una fija se corrían, hermano, que hasta creo que se pensaban que nos iban a llenar la canasta. No que sólo nos iban a hacer la colita sino que además nos iban a meter cinco, en el Monumental y para latelevisión. ¡Pero por qué no se van a la concha de su madre! ¡Qué mierda nos van a hacer cinco esos culosroto! ¡Así se la comieron doblada! ¡Qué pija que tienen desde ese día y no se la pueden sacar!
Pero la verdad, la verdad, hermano, con una mano en el corazón, que tenían un equipazo, pero un equipazo, de padre y señor mío.
Hay que reconocerlo. Porque jugaban que daba gusto, el buen toque y te abrochaban bien abrochado. Estaba Zanabria, el Marito Zanabria; el Mono Obberti ¡Dios querido, el Mono Obberti, qué jugador! Silva el que era de Lanús, el albañil. ¡Montes! Montes de cinco; Santamaría el Cucurucho Santamaría, qué sé yo, era un equipazo, un equipazo hay que reconocer, y la lepra se corría una fija. ¿Sabés cuántos había en la ruta a Buenos Aires, el día del partido? Yo no sé, eran miles, millones, yo no sé de dónde habían salido tantos leprosos. Si son cuatro locos y de golpe, para ese partido, aparecieron como hormigas los desgraciados. Todos fueron. ¡Lo que era esa ruta, papito querido! Entonces, oíme, había que recurrir a cualquier cosa. Hay partidos que no podés perder, tenés que ganar o ganar. No hay tutía. Entonces si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que había que hacer cagar al presidente Kennedy, me daba lo mismo, hermano. Hay partidos que no se pueden perder. ¿Y qué? ¿Te vas a dejar basurear por estos soretes para que te refrieguen después la bandera por la jeta toda la vida? No, mi viejo. Entonces, ahí, hay que recurrir a cualquier cosa. Es como cuando tenés un pariente enfermo ¿viste? tu vieja, por ejemplo, que por ahí sos capaz hasta de ir a la iglesia ¿viste? Y te digo, yo esa vez no fui a la iglesia, no fui a la iglesia porque te juro que no se me ocurrió, mirá vos, que si no... te aseguro que me confesaba y todo si servía para algo. Pero con los muchachos enganchamos con la cuestión de las brujerías, de la ruda macho, de enterrar un sapo detrás del arco de Fenoy, de tirar sal en la puerta de los jugadores de Ñubel y de todas esas cosas que siempre se habla. Por supuesto que todas las brujas del barrio ya estaban laburando en la cosa y había muñecos con camiseta de Ñubel clavados con alfileres, maldiciones pedidas por teléfono y hasta mi vieja que no manya mucho del asunto tenía un pañuelo atado desde hacía como diez días, de ésos de “Pilato, Pilato, si no gana Central en River no te desato”. Después la vieja decía que habíamos ganado por ella, pobre vieja, si hubiera sabido lo del viejo Casale, pero yo le decía que sí para no desilusionarla a la vieja.
Pero todo el fato de la ruda macho y el sapo de atrás del arco eran, qué sé yo, cosas muy generales, ya había tipos que lo estaban haciendo y además, el partido era en el Monumental y no te vas a meter en la pista olímpica a enterrar un sapo porque vas en cana con treinta cadenas y no te saca ni Dios después, hermano. Entonces, me acuerdo que empezamos con la cosa de las cábalas personales. Porque me acuerdo que estábamos en el boliche de Pedro y veníamos hablando de eso. Entonces, por ejemplo, resolvimos que a Buenos Aires íbamos a ir en el auto del Dani porque era el auto con el que habíamos ido una vez a La Plata en un partido contra Estudiantes y que habíamos ganado dos a cero. Yo iba a llevar, por supuesto, el gorrito que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos y no me había fallado nunca el gorrito. A ése lo iba a llevar, era un gorrito milagroso ése.El Coqui iba a ir con el reloj cambiando de lugar, o sea en la muñeca derecha y no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quién se lo había cambiado en el medio tiempo porque íbamos perdiendo y con eso empatamos.o sea, todo el mundo repasó todas las cábalas posibles como para ir bien de bien y no dejar ningún detalle suelto. te digo más, estuvimos parados en la tribuna en el partido contra Atlanta para pararnos de la misma manera en el partido contra la lepra el boludo de michi decía que él había estado detrás del Valija y el Miguelito porfiaba que el que había estado detrás del Valija era él. Mirá vos, hasta eso estudiamos antes del partido, para que veas cómo venía la mano en esos días. ¿Y sabés qué te lleva a eso, hermano, sabés qué te lleva a eso? El cagazo, hermano, el cagazo, el cagazo te lleva a hacer cualquier cosa, como lo que hicimos con el viejo Casale.
Porque si llegábamos a perder, mamita querida, nos teníamos que ir de la ciudad, mi viejo, nos teníamos que refugiar en el extranjero, te juro, no podíamos volver nunca más acá. Íbamos a perecer esos refugiados camboyanos que se tomaron el piro en una balsa. Te juro que si perdíamos nosotros agarrábamos el “Ciudad de Rosario” y por acá, por el Paraná, nos teníamos que ir todos, millones de canallas, no sé, a Diamante, a Perú, a Cuzco, a la concha de su madre, pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos, mí viejo. Ya el Miguelito había dicho bien claro que él se la daba, que si perdíamos agarraba un bufo y se volaba la sabiola y te digo que el Miguelito es capaz de eso y mucho más porque es loco el Miguelito, así que había que creerle. O hacerse puto, no sé quién había comentado la posibilidad de hacerse trolo y a otra cosa mariposa, darle a las plumas y salir vestido de loca por Pellegrini y no volver nunca más a la casa. Pero, te digo, nadie quería ni siquiera sentir hablar de esa Posibilidad. Ni se nombraba la palabra “derrota”.
Era como cuando se habla del cáncer, hermano. Vos ves que por ahí te dicen “la papa”, o “tiene otra cosa”, “algo malo”, pero el cangrejo, mi viejo, no te lo nombra nadie. Y ahí fue cuando sale a relucir lo del viejo Casale. El viejo Casale era el viejo del Cabezón Casale, un pibe que siempre venía al boliche y que durante años vino a la cancha con nosotros pero que ya para ese entonces se había ido a vivir al norte, a Salta creo, lo vi hace poco por acá, que estaba de paso. Y ahí fue que nos acordamos de que un día, en la casa del Cabezón, el viejo había dicho que él nunca, pero nunca, lo había visto perder a Central contra Ñul. Me acuerdo que nos había impresionado porque ese tipo era un privilegiado del destino. Aunque al principio vos te preguntas, “¿Cómo carajo hizo este tipo pata no verlo perder nunca a Central contra Ñul? ¿Qué mierda hizo? Este coso no va nunca a la cancha”. Porque, oíme alguna vez lo tuviste que ver perder, a menos que no vayás a. los clásicos. Y ojo que yo conozco muchos así, que se borran bien borrados de los clásicos. O que van en Arroyito, pero que a la cancha del Parque no van en la puta vida. Y me acuerdo que le preguntarlos eso al viejo y el viejo nos dijo que no, y nos explicó. El iba siempre, un fana de Central que ni te cuento, pero se había dado, qué sé yo, una serie de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Ñul él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo. Que estaba de viaje por Misiones —el viejo era comisionista—; que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar, que estaba engripado, que le dolía un huevo, qué sé yo, en fin, la verdad, hermano— que el viejo la posta posta era que nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos hubiera roto el orto. Era un privilegiado el viejo y además, un talismán, querido, porque así como hay tipos mufa que te hacen perder partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás es número puesto que tu equipo gana. No es joda. Y el viejo Casale era uno de éstos, de los ojetudos.
Entonces ahí nos dijimos “Este viejo tiene que estar en el Monumental contra Ñubel. No puede ser de otra forma. Tiene que estar”... Claro, dijimos, seguro que va a estar, si es fana de Central, canalla a muerte. Pero nos agarró como la duda viste? porque nosotros no era que lo veíamos todos los días al viejo, te digo más, desde que el Cabezón se había ido al norte a laburar, al viejo de él no lo habíamos vuelto a ver ni en la cancha, ni en la calle ni en ninguna parte. Además, el viejo ya estaba bastante veterano porque debía tener como ochenta pirulos por ese entonces. Bah, en realidad ochenta no, pero sus sesenta, sesenta y cinco años los tenía por debajo de las patas.
Entonces, con el Valija, el Colorado y el Miguelito decimos “vamos a la casa del viejo a asegurarnos que va y si no va lo llevamos atado”. Porque también podía ser que el viejo no fuera porque no tuviera guita, qué sé yo. Nosotros ya habíamos pensado en hacer una rifa a beneficio, una kermesse, cualquier cosa. El viejo tenía que ir, era una bandera, un cheque al portador.
La cuestión es que vamos a la casa y... ¿a qué no sabés con lo que nos sale el viejo? Que andaba mal del bobo y que el médico le había prohibido terminantemente ir a la cancha, mirá vos. Nos sale con eso. Que no. Que había tenido un infarto en no sé qué partido, en un partido de mierda después que una pelota pegó en un palo, que había estado muerto como media hora y lo habían salvado entre los indios con respiración artificial y masajes en el cuore, que no había clavado la guampa de puro pedo y que le había quedado tal cagazo que no había vuelto a ir a la cancha desde hacía ya, mirá lo que te digo, dos años.
¡Hacía dos años que no iba a la cancha el viejo ese! Y no era sólo que él no quería ir sino que el médico y, por supuesto, la familia, le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente. No sé si no le prohibían incluso escuchar los partidos por radio, no sé si no se lo prohibían, para que no le pateara el bobo, porque parece que el viejo escuchaba un pedo demasiado fuerte y se moría, tan jodido andaba. Vos le hacías ¡Uh! en la cara y el viejo partía. ¡Para qué! Te imaginás nosotros, la desesperación, porque eso era como un presagio, un anuncio del infierno, hermano, era un preanuncio de que nos iban a hacer cagar en Buenos Aires, mi viejo. Entonces empezamos a tratar de hacerle la croqueta al viejo, a convencerlo, a decirle “Pero mire, don Casale, usted tiene que estar, es una cita de honor. ¡Qué va a estar mal usted del cuore, si se lo ve cero kilómetro! Vamos, don Casale —me acuerdo que lo jodía Miguelito— ¿cuántos polvos se echa por día? usted está hecho un toro”. Pero el viejo, ni mierda, en la suya. Que no y que no.
Le decíamos que el partido iba a ser una joda, que Ñubel tenía un equipo de mierda y que ya a los quince minutos íbamos a estar tres a cero arriba, que el partido era una mera formalidad, que el gobierno ya había decidido que tenía que ganar Central para hacer feliz a mayor cantidad de gente. No sé, no sé la cantidad de boludeces que le dijimos al viejo para convencerlo. Pero el viejo nada, una piedra el hijo de puta. Para colmo ya habían empezado a rondar la mujer del viejo, madre del Cabezón, y una hermana del Cabezón, que querían saber qué carajo queríamos decirle nosotros al viejo en esa reunión, porque medio que ya se sospechaban que nosotros no íbamos para nada bueno. En resumen que el viejo nos dijo que no, que ni loco, que ni siquiera sabía si iba apoder resistir la tensión de saber que se jugaba el partido, aun sin escucharlo. Porque el viejo los diarios los leía, tan boludo no era, y sabía cómo venía la mano, cómo era la cosa, cómo formaban los equipos, suplentes, historial, antecedentes, chaquetillas, color, todo. Nos dijo más. “Ese día —nos dijo— bien temprano, antes de que empiecen a pasar los camiones y los ómnibus con la gente yendo para Buenos Aires, yo me voy a la quinta de un hermano mío que vive en Villa Diego”. No quería escuchar ni los bocinazos el viejo. “Me voy tempranito a lo de mi hermano, que a mi hermano le importa un sorete el fútbol, y me paso el día ahí, sin escuchar radio ni nada”. Porque el viejo decía y tenla razón, que si se quedaba en la casa, por más que se encerrara en un ropero, algo iba a oír, algún grito, algún gol, alguna cosa iba a oír, pobre desgraciado, y se iba a quedar ahí mismo seco en el lugar. Así que se iba a ir a radicar en la quinta de ese hermano que tenía, para borrarse del asunto.
Muy bien, muy bien. Te digo que salimos de allí hechos bosta porque veíamos que la cosa venía muy mal. Casi era ya un dato seguro como para decir que éramos boleta. Para colmo, al Valija, el día anterior le había caído una tía del campo y él se acordaba que, en un partido que perdimos con San Lorenzo, esa misma tía le había venido el día antes. Era un presagio funesto el de la tía.
Fue cuando decidimos lo del secuestro. Nos fuimos al boliche y esa noche lo charlamos muy seriamente. El Dani decía que no, que era una barbaridad, que el viejo se nos iba a morir en el viaje, o en la cancha, y después se iba a armar un quilombo que íbamos a terminar todos en cana y que, además, eso sería casi un asesinato. Pero al Dani mucha bola no le dimos porque ha sido siempre un exagerado y más que un exagerado, medio cagón el Dani. Pero nosotros estábamos bien decididos y más que nada por una cosa que dijo el Valija: el viejo estaba diez puntos. Había tenido un infarto, es cierto. Pero hay miles de tipos que han tenido un infarto y vos los ves caminando tranquilamente por la yeca y sin hacer tanto quilombo como este viejo pelotudo, con eso de meterse adentro de un ropero, o no ir a la cancha, o dejar que te rigoree la familia como la esposa y la otra, la hermana del Cabezón. Por otra parte, y vos lo sabés, los médicos son unos turros pero unos turros que se ve que lo querían hacer durar al viejo mil años para sacarle guita, hacerle experimentos y chuparle la sangre. Y además, como decía el Miguelito y eso era cierto, vos lo veías al viejo y estaba fenómeno. Con casi sesenta afios no te digo que parecía un pendejo pero andaba lo más bien. Caminaba, hablaba, se sentaba, qué sé yo, se movía. ¡Chupaba! Porque a nosotros nos convidó con Cinzano y el viejo se mandó su medidita, no te digo un vasazo pero su medidita se mandó. La cosa es que el Miguelito elaboró una teoría que te digo, aún hoy, no me parece descabellada. ¡El viejo era un curro, hermano! Un turrazo que especulaba con el fato del bobo para pasarla bien y no laburarla nunca más en la vida de Dios. Con el sover del bobo no ponía el lomo, lo atendían a cuerpo de rey y —la tenía a la vieja y a la hermana del Cabezón pendientes de él —viviendo como un bacan, el viejo. Y... ¿de qué se privaba? De algún faso; que no sé si no fasearía escondido; y de no ir a—la cancha. Fijate vos, eso era todo. Y vivía como Carolina de Mónaco el otario. Bueno, con ese argumento y lo que dijo el Colorado se resolvió todo.
El Colorado nos habló de los grandes ideales, de nuestra misión frente a la sociedad, de nuestro deber frente a las generaciones posteriores, los pendejos. Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de pendejos iban a sufrir las consecuencias. Que, para nosotros y eso era verdad, iba a ser muy duro, pero que nosotros ya estábamos jugados, que habíamos tenido lo nuestro y que, de últimas, teníamos experiencias en malos ratos y fulerías. Pero los pibes, los pendejitos de Central, ésos, iban a tener de por vida una marca en sus vidas que los iba a marcar para siempre, como un fierro caliente. Que las cargadas que iban a recibir esos pibes, esas criaturas, en la escuela, los iban a destrozar, les iban a pudrir el bocho para siempre, iban a ser una o dos generaciones de tipos hechos bolsa, disminuidos ante los leprosos, temerosos de salir a la calle o mostrarse en público. Y eso es verdad, hermano, porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo.
Yo me acuerdo cuándo perdimos cinco a tres con la lepra en el Parque después de ir ganando dos a cero, cuando se vendió el Colorado Bertoldi, que todavía se estará gastando la guita, y te juro que yo por una semana no me pude levantar de la cama porque no me atrevía a ir a la escuela para no bancarme la cargada de los lepra. Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son muy crueles. ¿No viste cómo descuartizan bichos, que agarran una langosta y le sacan todas las patas? Son unos hijos de puta los pibes en ese sentido. Y lo que decía el Colorado era verdad. Ahora todo el mundo habla de la deuda externa, y bueno, hermano, eso era algo así como lo de la deuda externa, que por la cagada de cuatro reverendos hijos de puta que empeñaron el país, la tenemos que pagar todos y los hijos y los hijos de nuestros hijos. Y si estaba en nosotros hacer algo para que eso no pasara, había que hacerlo, mi querido. Además, como decía el Colorado, ya no era el problema de la cargada de los pendejos futbolistas, está también el fato del exitismo. Los pibes ven que gana un equipo y se hacen hinchas de ese equipo, son así, casquivanos. Son hinchas del campeón. Entonces, ponele que hubiese ganado Ñubel y... ¡a la mierda! ... de ahí en más todos los pibes se hacían de Ñubel, ponele la firma. Y no te vale de nada llevarlos a la cancha, conversarlos, hablarles del Gitano Juárez o el Flaco Menotti, ni comprarles la camiseta de Central apenas nacen. No te vale de nada. Los pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así. Y en ese momento no era como ahora que, mal que mal, vos los llevás al Gigante y los pibes se caen de culo. Entonces, cuando van al chiquero del Parque, por mejor equipo que pueda tener Ñul, los pibes piensan “Yo no puedo ser hincha de esta villa miseria” y se hacen de Central. Porque todo entra por los ojos y vos ves que ahora los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central o a Ñul y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época, los pendejos son más materialistas, yo no sé si es la televisión o qué, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.
Entonces la cosa estaba clara, había que secuestrar al viejo Casale, o sino aguantarse que quince, veinte años depués, hoy por ejemplo, la ciudad estuviese llena de leprosos nacidos después de ese partido, y esto hoy ¿sabés lo que sería? Beirut sería un poroto al lado de esto, hermano te juro.
El que organizó la “Operación Eichmann”, como lo llamamos, fue el Colorado. La llamamos así por ese general aleman, el torturador, que se chorearon de acá una vez los judíos ¿viste? y lo nuestro era más o menos lo mismo. El Colorado es un tipo muy cerebral, que le carbura muy bien el bocho y él organizó todo. El Colorado ya no estaba par ese entonces en la O.C.A.L.. La O.C.A.L., no sé si sabés es una organización de acá, de Rosario, que se llama así porque son iniciales, O.C.A.L “Organización Canalla Anti Lepra”. Son un grupo de ñatos como el Ku-Klux-Klan, más o menos, que se reúnen en reuniones secretas y no sé si no van con capucha y todo a las reuniones, o si queman algún leproso vivo en cada reunión. Mirá yo no sé si es requisito indispensable ser hincha de Central, pero seguro seguro, lo que tenés que hacer es odiar a los lepra. Tenés que odiar más a los lepra que lo que querés a Central.
Hacen reuniones, escriben el libro de actas, piensar maldades contra los lepra, festejan fechas patrias de partidos que les hemos ganado, tienen himnos, son como esos tipos los masones esos, que nadie sabe quiénes son. Andan con antorchas. Bueno, de la O.C.A.L., de la O.C.A.L. al Colorado lo echaron por fanático, con eso te digo todo pero es un bocho el Colorado y él fue el que organizó todo el operativo.
Y te la cuento porque es linda, te la cuento porque es linda, no sé si un día de estos no aparece en el “Selecciones” y todo. Averiguamos qué ómnibus iba para Villa Diego, adonde tenía la quinta el hermano del viejo Casale. Desde donde vivía el viejo, ahí por San Juan al mil cuatro cientos, lo único que lo dejaba en ese entonces, si mal no recuerdo, era el 305 que pasaba por la calle San Luis. O sea que el viejo tenía que tomarlo en San Luis-Paraguay o San Luis-Corrientes, no más allá de eso a menos que fuera muy pelotudo y lo fuera a tomar a Bulevar Oroño que no sé para qué mierda iba a hacer eso. Ahora, la. duda era si el viejo se iba a ir en ómnibus o en auto, porque si se iba en auto nos recagaba, pero nos jugábamos a que se iba a ir en ómnibus porque auto no tenía y seguro que el hermano tampoco tenía porque debía ser un muerto de hambre como él, seguramente. Y te digo que la cosa venía perfecta, porque el viejo nos había dicho que iba a salir bien temprano para no infartarse con las bocinas o sea que nosotros podíamos combinarlo con el horario de salida nuestra para el partido. Porque también nos cagaba si salía a la una de la tarde para Villa Diego porque después ¿cómo llegábamos nosotros a Buenos Aires para la hora del partido con el quilombo que era la ruta y en un ómnibus de línea? Lo más probable es que nos hiciéramos pelota en el camino por ir a los pedos. Y por otra parte, hermano, Villa Diego queda saliendo para Buenos Aires o sea que la cosa estaba clavada, era posta posta.
Después hubo que hablar con los otros muchachos, porqu e convencer al Rulo no nos costó nada, a él le daba lo mismo y, además, le contamos los entretelones del asunto. Te digo que el Colora manejó la cosa como un capo, un maestro. El asunto era así, el Rulo es un fana amigo de Central que tiene un par de ómnibus, está muy bien el Rulo. Y en esa época tenía un par de coches en la línea 305. Fue un ojete así de grande, porque si no teníamos que conseguir otro coche, cambiarle el color, pintarlo, qué sé yo, ponerle el número, un laburo bárbaro. Pero el Rulo tenía dos 305 y con uno de ésos ya tenía pensado pirarse para el Monumental el día del partido y más bien que se llevaba como mil monos que también iban para allá. Lo sacaba de servicio y que se fueran todos a la reputísima madre que los parió, no iba a perderse el partido ese.
Entonces, el Rulo, con los monos arriba Y nosotros, tenía que estar con el ómnibus preparado, el motor en marcha, por España, estacionado. Y el Miguelito se ponía de guardia, tomando un café, justo en un boliche de ahí cerca desde donde veían la puerta de la casa del viejo Casale. Creo que a las cinco, nomás, de la matina, ya estaba el Miguelito apostado en el boliche haciéndose el boludo y junando para la casa del viejo. Te juro que ni los tupamaros hubieran hecho un operativo como ése, hermano. Fue una maravilla.
Apenas vio que salía el viejo con una canastita donde seguro se llevaba algún matambre casero, algo de eso, el pobre viejo, el Miguelito cazó una Vespa que tenía en ese entonces, dio la vuelta a la manzana y nos avisó. Cargó la moto en el ómnibus, en la parte de atrás, detrás de los últimos asientos y nos pusimos en marcha.
Ya les habíamos dicho a tres o cuatro pendejos, de esos quilomberos de la barra, que se hicieran bien los sotas, que no dijeran ni media palabra y se hicieran los que apoliyaban. Nosotros también, para que no nos reconociera el viejo, estábamos en los asientos traseros, haciéndonos los dormido, incluso con la cara tapada con algún pulover, como si nos jodiera la luz, o con algún piloto.
Te digo que el día había amanecido frío y lluvioso, como la otra fecha patria, el 25 de Mayo. Además, el quilombo había sido guardar y esconder todas las banderas, las cornetas, las bolsas con papelitos, los termos, todo eso. Uno de los muchachos llevaba una bandera de la gran puta que medía 52 metros ¡52 metros, loco! Media cuadra de bandera que decía “Empalme Graneros presente” y tuvimos que meterla debajo de un asiento para que el. viejardo no la vichara.
La cosa es que el viejo subió medio dormido y se sentó en uno de los asientos de adelante que ya habíamos dejado libre a propósito para que no viera mucho del ómnibus. Rulo le cobró boleto y todo. Y nadie se hablaba como si no nos conociéramos. Y como el ómnibus iba haciendo el recorrido normal, el viejo iba lo más piola, mirando por la ventanilla. La cuestión es que llegamos a Villa Diego y el viejo tranquilo. Cada tanto, cuando nos pasaba algún auto con banderas en el techo, tocando bocina, el viejo miraba a los que tenía cerca y movía la cabeza como diciendo “¡Mirá vos!”.
Se ve que tenía unas ganas de hablar pero nadie quería darle mucha bola para no pisarse en una de ésas. Así que nos hacíamos todos los dormidos. Parecía que habían tirado un gas adentro de ese ómnibus hermano. Como cuando se muere algún ñato ¿viste? que se queda a apoliyar en el auto con el motor prendido y lo hace cagar el monóxido de carbono, creo. Bueno, así parecía que a nosotros nos había agarrado el monóxido de carbono. Pero, cuando llegamos a Villa Diego, por ahí el viejo se levanta y le dice al Rulo “En la esquina, jefe.”. Y yo no sé qué le dijo el Rulo, algo de que ahí no se podía parar, que estaba cerrado el tráfico, que había que seguir un poco más adelante y el viejo se la comió, pero se quedó paradito al lado de la puerta. Al rato, por supuesto, de nuevo el viejo, “En la esquina”. Ahí ya el Rulo nos miró, porque se le habían acabado los versos. Y ahí, hermano... ¡vos no sabés lo que fue eso! Fue como si nos hubiésemos puesto todos de acuerdo y te juro que ni siquiera lo habíamos hablado. Empezaron los muchachos a desplegar las banderas, a sacar las cornetas y las banderas por la ventana, y a los gritos, hermano, “¡Soy canalla, soy canalla!” por las ventanas.
Pero no para el lado del viejo, el pobre viejo, que la cara que puso no te la puedo describir con palabras, sino para afuera, porque los grones, con lo quilomberos que son, se habían ido aguantando hasta ahí sin gritar ni armar quilombo para no deschavarse con el viejo, pero cuando llegó el momento agarraron las banderas, empezaron a sacar los brazos y golpear las chapas del costado del ómnibus y también el Rulo empezó a seguir el ritmo con la bocina.
¿Viste esas películas de cowboy, cuando los choros van a asaltar una carreta donde parece que no hay nadie, o que la maneja nada más que un par de jovatos y de golpe se abren los costados y aparecen 17.000 soldados que los cagan a tiros? ¿Que levantan la lona y estaban todos adentro haciéndose los sotas? Bueno, ese ómnibus debió ser algo así. De golpe se transfonnó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, de bocinazos, cornetas, una joda. ¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada ya había gente a los costados de la ruta esperando que pasaran las caravanas de hinchas. Era para llorar, eso, conmovedor, te saludaban, gritaban, levantaban los puños, por ahí algún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo... Pero vuelvo al viejo, el viejo, no sabés la caripela que puso. Porque nosotros lo estábamos mirando porque decíamos: éste es el momento crucial. Ahí el viejo o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. El viejo miraba para atrás, a todos los monos que saltaban y cantaban y no lo podía creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular palabra. Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy ya se había ofrecido a hacerle respiración boca a boca llegado el caso, que era algo a lo que todos, mal que mal, le habíamos esquivado el bulto porque, qué sé yo, te da un poco de asco, además con un viejo.
Pero mirá, te la hago corta. Mirá, cuando el viejo ya vio que no había arreglo, que no había posibilidad de que lo dejáramos bajar del ómnibus, se entregó, pero se entregó entregó. Porque, al principio, nosotros nos acercamos y nos reputeó, nos dijo que éramos unos irresponsables, unos asesinos, que no teníamos conciencia, que era una,verguenza, qué sé yo todo lo que nos dijo. Pero después, cuando nosotros le dijimos que él estaba perfecto, que estaba hecho un toro, que si se había bancado la sorpresa del ómnibus quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa, empezó a tranquilizarse. El Colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra para demostrarle que él estaba perfectamente sano y que incluso el médico estaba implicado en la cosa.
Mirá hermano, y creéme porque es la pura verdad ¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy? mucho antes ya de entrar en Buenos Aires ese viejo era el más feliz de los mortales, te lo digo yo y te lo juro por la salud de mis viejos. El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía facturas, gritaba por la ventana y a la cancha se bajó envuelto en una bandera. No había, en la hinchada, un tipo más feliz que él. Vino con nosotros a la popu y se bancó toda la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió y después se bancó el partido. Estaba verde, eso si, y había momentos en que parecía que vos lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo vi abrazado a un grandote en musculoso casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal. Y después ni me acordé más del viejo, que lo que alambramos, lo que cortamos clavos, los fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y ¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Qué si nos empataban nos ganaban, hermano, porque ésa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refocilar el orto porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera de alambrar! Decí que ese día, Dios querido, yo no sé que tenía el flaco Menuttl que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro. Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, hermano, que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ése ¡qué pelota le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos empataban, te repito, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que miro para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados, pobrecito, pero vivo. Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me contesten todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con el viejo Casale ese día. Me gustaría que alguno de esos turritos me contestara si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad, lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te digo que me, gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro que la alegría que tenía ese viejo era algo impresionante! Y cuando lo vi caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos; “¡qué importa!” ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.

Del gran maestro, el Negro.

PiojoPromiscuo dijo...

Roberto Fontanarrosa, claro.

Jesis dijo...

martin se fue sin despedirse,

Anónimo dijo...

Sí Jésica, se fue sin despedirse y le pidió a Piojo que lo remplace.

PiojoPromiscuo dijo...

bueno, me parece que no estuvimos a la altura de las circunstancias, Martin esperaba un publico inteligente, tendremos que buscar nuevos rumbos. Me voy al blog de femeba.

Anónimo dijo...

No Piojo, si te vas esto se muere completamente !

perdida dijo...

Martin, volves?? te mudaste?

Fernanda Muslera dijo...

Interesante relato. Y me siento identificada en esa lucha dicotómica por el poder interior. Es dura la revelación del antagonista pero certera y necesaria.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

...

Anónimo dijo...

Claudio, creo que Piojo tiene razón, no estamos a la altura de las circunstancias. Tant pis.

perdida dijo...

y?

Martín dijo...

Todos: Están dramáticos. ¿Cómo van a suponer que no están a la altura de las circunstancias? ¿Hay acaso una proliferación de pugilistas negros que toman por asalto el Luna Park de cada desprevenido? Tengan cuidado de estas peleas del alma, que no conducen a ninguna parte. Clausuren el ring, tapien las puertas. Sin público, pero sin golpiza. El deporte se muere, pero también la violencia.

No se dejen llevar por las palabras del Piojo, tampoco. Recuerden que él mismo anuncia que cuando ve a un suicida titubeante, le da el último empujoncito. Ustedes saben, los dioses se valen de muchos recursos para controlar la superpoblación. Con muchos Piojos estratégicamente distribuidos por el mundo, viajar en subte es una incomodidad, pero al menos es posible.

No se equivoquen, entonces, que mi desaparición no tiene que ver con sus capacidades y si hay algo de lo que no me quejo (y eso que tengo una marcada tendencia hacia la queja) es de los comentarios que supieron hacerles a los desprolijos personajes.

El cuento de Fontanarrosa, intercalado en este blog por nuestro abnegado copista, habla de la mejor forma de morir. ¿Hay mejores formas de morir? Se me ocurren muchas respuestas, casi todas contradictorias, como siempre.

Antes de explicar el tipo de sanación que estoy practicando, quiero aclararles que les agradezco todos los comentarios que escribieron (incluso los que me invitan al enorme y definitivo salto). Nunca dejé de leerlos y sirvieron para desautorizar el puño del negrito.

La sabiduría suele aparecer en los lugares menos pensados. El secreto es estar atento. La racionalidad muchas veces brota de la boca del poco iluminado.

Gilberto Cortés fue un homeópata inventor de lo que recibió el nombre de Medicina Drástica. Convencido de que el cuerpo era una superficialidad del alma, sostenía que el dolor era algo completamente antinatural. El único sufrimiento aceptable, es el del espíritu, explicaba en un bar de San Telmo, mucho antes que el barrio se disfrazara para alegrar a los turistas que buscan la esencia de la argentinidad en un tipo disfrazado de tanguero, bajo el sol abrasador del mes de diciembre.

El sanador predicó su ciencia en distintas pizzerías y los oídos se le abrían, porque tenía el don de la palabra y un bolsillo dispuesto al convite de cervezas y picadas descomunales. Garganta, estómago y oído, integrados en la aceptación de su técnica.

Los primeros pacientes fueron fervientes seguidores, que procuraron su cuerpo para epifanía del milagro:

- Si te duele un dedo, debemos cortarlo - decía el doctor -, para que no corrompa a los otros con la perversión del sufrimiento.

Sólo quien no haya escuchado a Gilberto Cortés puede pensar que nadie se prestaría a la mutilación. Sus palabras y sus salamines inflamaban el ánimo y uno sentía el deseo de la extirpación inmediata.

Cuando esta técnica comenzó a destacarse en San Telmo, cuando pacientes de los barrios vecinos quemaron en las distintas plazas sus carnets de las diversas obras sociales y tomaron, felices, el colectivo 29 en busca de alguien que aliviara ese malestar de muñeca, que anunciaba los días de lluvia, con una precisión envidiada por el servicio meteorológico, el Colegio de Médicos se alarmó. No podemos permitir que nos arruinen el negocio, dijeron en un mitin hombres de delantales blancos y corbatas negras. Debemos hacer la denuncia y sacar de circulación a este curandero. Martillo y bisturí, unidos en la perpetuación de un mundo castigado por el rigor de la cárcel y la enfermedad.

Así Gilberto Cortés se encontró tras las rejas en poco tiempo.

Una mañana, se despertó molesto por una migraña, que resolvió decapitándose, para sorpresa de todos, porque el prisionero 10.254 (como lo conocían en Devoto) no contaba con ningún elemento cortante, así que nadie se explica cómo pudo improvisar una guillotina y, lo más curioso, cómo pudo hacerla desaparecer.

Su cuerpo fue donado a la Facultad de Medicina y se encuentra, embalsamado, en el Hospital de Clínicas. Su cabeza, en cambio, reposa en el cementerio de la Chacarita. Cada tanto algún rengo lo visita o alguien, desde su boca, deja caer una rosa, previsiblemente sin espinas.

Anónimo dijo...

Jejeje. Qué bien huele este ¿cuento? Una duda: ¿lo pusiste en los comentarios para no tener que ponerle título?

PiojoPromiscuo dijo...

La tecnica "Idish mame" da resultado, hay que hacerlo sentir culpable para que volviera.
Ya sabes Martin, si no escribis, pensaremos que es por nuestra culpa e iremos atribulados por la vidas sintiendo que hemos tronchado con nuestra mediocridad un carrera talentosa.

Anónimo dijo...

Excelente comentario Martin, pero este daba para post ya sabia yo que te ibas a sentir culpable y aparecerias en cualquier momento. Es raro,pero como uno se puede encarinar con alguien sin conocerlo,sera que tus brillantes escritos llegan al corazon?...mariaM

Martín dijo...

Lucash y Mariam: Lo puse en comentarios porque no es una vuelta completa. Es como un mensaje desde el más allá (más acá desde mi perspectiva). Para la resurrección, es necesario otro paso más grande.
Veremos si paso de fantasma a Lázaro en el futuro.

Piojopromiscuo: No es correcto jugar con la salud mental de un muerto.

PiojoPromiscuo dijo...

fuimos sutiles y hasta candidos con nuestros intentos para que retornaras, no encontraste la cabeza de uno de los perros del geronte vecino entre tus sabanas, ni la del geronte, ni una paloma nadando en la cacerola donde preparas el puchero. Te hicimos precio, la proxima oferta no sera tan sutil ni tan asceptica.

PiojoPromiscuo dijo...

lease "aseptica"

perdida dijo...

Lindo cuento Martin!
Te estas preparando con todo para el regreso!!
Seguimos esperando!

Anónimo dijo...

Martin: estas queriendo volver, de a poco o quizas despues de las fiestas. Te ataco el grinch anti navidad. Suma tu estado para el resto, podes hacerlo en tercera persona como "maradona".
Todos tenemos ganas de irnos, todos tenemos ganas de leerte, todos seguimos estando aca, para inducirte a que te quedes no a que te tires como te dice el Piojo. Seguimos esperando....

Anita dijo...

Nos queres engañar con lo de la médicina drástica, cosa que si nos duele tu desaparición de la web, mejor te cortamos de raíz ¿no?.
Pues te equivocas, no te cortamos nada, te bancamos.
No seas malo, escribinos...

Martín dijo...

Todos: Bueno, está bien. Algo voy a hacer aparecer en estos días. Ténganme paciencia.

Anette: Me gusta que me lean de esa forma. Cuentan que cuando el oráculo le dijo a Sócrates que él era el más vivo de todos, justo él, que se la pasaba diciendo que no sabía nada, salió por el barrio a encontrar a otro con más méritos, para demostrarle al oráculo cuán equivocado estaba. Primero entrevistó a los poetas. Si éstos son capaces de escribir cosas tan interesantes, se dijo, evidentemente la tienen clara. Les tocó el timbre y habló un rato con algunos. Pero parece ser que cuando explicaban sus versos, lo hacían en forma torpe, porque eran bastante más hábiles para su arte que para la ciencia.

Sócrates se fue de la casa de esta gente algo decepcionado y bastante confundido. Mientras caminaba hacia el subte, cayó en cuenta de que en realidad no eran ellos los verdaderos autores de las poesías, sino los dioses, que se les metían en el cuerpo cuando tenían ganas de hacer una payada.

A veces yo también necesito que me expliquen las cosas que yo escribo, porque no sé si las entiendo. Y está bueno que aparezca un ojo atento, dispuesto a descifrar estas cuestiones.

Anita dijo...

Martín:
Me entendiste perfecto.
¿vos ya tenes novia, no?

Martín dijo...

Anette: Sí, tengo una novia que todas las mañanas les pone mermelada a las galletitas mientras yo cebo el mate o viceversa. Ella prefiere la yerba común y yo la que tiene cascaritas de naranja, pero como somos hábiles negociantes, ponemos en el changuito del supermercado dos paquetes de medio kilo y, durante dos semanas, cada uno soporta el gusto del otro, alternadamente. Por si se lo preguntaban, ése es el secreto de nuestra convivencia.

Anita dijo...

Mmmm, que lástima.

Yo también tengo novio, pero en nuestro caso, la mermelada la pongo yo en las galletitas.
Para compensar, el gordo nunca se olvida de que me encanta recibir 3 regalos chicos en vez de uno grande para mi cumple y me deja dormir con 3 almohadas que le ocupan casi todo SU lugar en la cama porque sino tengo pesadillas.

A mi también me gusta la de cascarita. Yo creo que en otra vida nos hubiera ido bien.

Celeste Sánchez Goldar dijo...

No sea asi, pasé de tener 30 comentarios (y quizás estoy exagerando) a tener nada más que 8, ahí me viene ganando por lejos. Escribo para la gente que entra, escribo esperando que lo comentarios lleguen a 10 por lo menos, pero no dejo de escribir, porque me gusta, y quizás porque los tres que entran gustan de mi escribir. Creáme esto, aprece mentira, pero es real. Me gusta su blog, me da pena cuando deja de escribir la gente que creo que vale la pena.