sábado, 15 de noviembre de 2008

Del exilio

Ulises Bartolomé nació en el barrio de la Boca y vivió allí toda su infancia, adolescencia y parte de su juventud. Evidentemente era un ser humano, ya que compartía características con sus congéneres bípedos, pero a diferencia de éstos, había desarrollado raíces que se aferraron a su barrio de tal forma que era difícil pensar en uno sin el otro.

A veces el destino nos impone actos antinaturales. Por sadismo de los dioses o porque así lo requiere la literatura, Ulises se vio envuelto y entremezclado en un corso fatal. El carnaval era para él un tiempo de gozo, en donde el alcohol y el disfraz lo llevaban por calles conocidas, pero siempre renovadas, evitando rociadas de agua con saltos y corridas e imponiendo serpentinas y papel picado en los demás.

Esa noche, estaba vestido como El zorro. Amparado en su sombrero, cubierta su espalda con una sábana negra que había teñido de negro la noche anterior, era arrastrado por la música, las comparsas y el ímpetu de su corazón. En medio de esa alegría, se topó con Natalia Benítez, que esa noche personificaba a una geisha. A los pocos minutos, Ulises le declaraba su amor.

A la mañana siguiente, el sol se deslizó por entre las maderas de la persiana y salpicó la cara de un Zorro maltratado por una noche feliz. En ese momento, la luz lo arrebató del sueño y lo devolvió a la racionalidad. Bajo el influjo de los recuerdos, pero con la rigurosa lucidez de la mañana, Ulises entendió que debía cortar sus raíces y marcharse de la Boca para siempre.

Natalia Benítez era la novia del Rata Muñoz. Y era sabido que el Rata era poco tolerante con afrentas de este tipo e incluso con otras menores, que muchos ni siquiera considerarían afrentas. Guardó algunas prendas en un bolso (entre ellas, el sombrero con la z dibujada con tiza) y dejó que un colectivo lo cruzara al otro lado del Riachuelo.

Ulises hizo pie en el barrio de Ezpeleta y allí empezó su interminable proceso de extrañar. Se paseó por calles planas, sin escaleras, sin subidas ni bajadas, mientras consideraba que en esas llanuras de cemento no se podría templar el espíritu ni aprovechar la geografía para recibir una milimétrica pared en un partido de fútbol. Se adentró en el club y buscó un lugar donde sentarse. Cambió un par de veces de asiento, trasladando de una mesa a la otra la cerveza con maníes que había pedido, pero pronto se resignó. Ninguna silla era la adecuada. Ninguna silla parecía ser la suya.

Con el tiempo, cultivó algunas amistades que él consideraba menores. Los verdaderos amigos sólo son posibles del otro lado del Riachuelo, se decía, mientras jugaba partidos de truco con personas que le sonreían, mientras celebraban una buena mano pegándose el ancho de espadas en la frente.

Desarrolló un oficio, se casó, tuvo hijos con el sentimiento de que esta segunda vida, más allá de la Capital, le pertenecía a otro. Temía que, alguna tarde, el dueño de la historia que él estaba usurpando se hiciera presente y le reclamara la restitución.

Una noche se despertó sobresaltado. Desde la ventana podía ver una luna redonda, similar a la de la noche del último carnaval en la Boca. Había soñado que, transformado en un sapo enorme y verde, intentaba introducir su batracidad verrugosa en diferentes pozos, pero ninguno le resultaba confortable.

Los domingos, sentado en la puerta de su casa con el mate en una mano y la pava en la otra, escuchaba partidos de fútbol por la radio y le explicaba a sus hijos detalles de una Bombonera que ellos jamás habían visto (y probablemente ningún otro hombre) y los míticos goles de los que había sido testigo en ese lugar:

- El canto de la gente es ensordecedor - decía -. Cuando uno asiste a un partido, debe esperar hasta el miércoles para volver distinguir el sonido de un pájaro, porque los oídos se cierran ante semejante clamor. Imagínense, son aproximadamente dos millones de gargantas, entonando una única y resonante palabra.

Sus hijos lo miraban un poco asustados por el relato, con sus ojos redondos de sorpresa.

- Es un barrio completamente diferente.

- ¿Por qué? - le preguntaban.

- Acá hay casas y yo tomo mate en la vereda. Allá tomaba mate en el patio de un conventillo, saludando a mis vecinos y compartiendo mi tiempo con ellos.

- ¿Qué es un conventillo?

- Un conventillo es una edificación comunitaria. Es el lugar en donde vive el trabajador. Las mujeres organizan competencias entre ellas, competencias silenciosas que nadie menciona pero todos conocen. Limpian su porción del patio, sus barandas y escaleras y comparan la pulcritud de la vecina, para ver quién consigue la mayor.

Una mañana, mientras desayunaba, Ulises leía el diario y en la sección de policiales se topó con la noticia de que el Rata Muñoz había sido asesinado en una pelea. Ese infortunio le abría la posibilidad del regreso. Sin decir una palabra, se llevó un bizcocho de grasa a la boca y cerró tras de sí la puerta de su casa. Se subió a un colectivo y cruzó el puente del Riachuelo en sentido contrario, después de veinte años de espera.

El barrio estaba cambiado. El bar de la esquina lo habían transformado en un autoservicio. Cuando Ulises asomó su cabeza, sorprendido de no ver la mesa de metegol en el lugar habitual, la cajera lo miró con sus ojos estirados, desconfiando de lo que el individuo aquel quería hacer paseando su gesto incrédulo por cada una de las góndolas.

Los conventillos no mostraban esa pulcritud rememorada. Las personas en las calles eran extrañas, excepto Don Javier, que caminaba encorvado por la calle:

- ¡Don Javier! - le gritó Ulises y a Don Javier le costó mucho reconocerlo o quizás nunca lo reconoció y fingió hacerlo para que Ulises lo dejara tranquilo. Le preguntó por sus amigos de toda la vida y casi ninguno continuaba viviendo en el barrio. Se saludaron y cada uno siguió su rumbo.

Ulises llegó a la Bombonera. Casualmente ese domingo había partido. Entró, se ubicó en la tribuna y vio un encuentro mediocre que terminó 1 a 1 porque a Boca le cobraron un penal inexistente, tres minutos antes del pitazo final.

Ulises abandonó la tribuna arrastrando los pies. Tomó un colectivo y volvió a Ezpeleta a seguir extrañando la Boca, entre los desconocidos de siempre.

38 comentarios:

Martín dijo...

Piojopromiscuo: Bueno, acá está el relato del exilio que prometí hace algunas semanas. Y acá es donde te toca confirmar o refutar esta teoría.

Yo nunca me fui del país por mucho tiempo. Las únicas tres noches que dormí fuera de Argentina fueron las de un viaje cortito a Montevideo. Sí me fui de vacaciones algo más largas al interior. Al volver, siempre me parece que todo está cambiado: el interruptor está más arriba o más abajo de lo que yo lo busco, el living me parece mucho más chico, el color de los azulejos del baño me sorprenden. Y eso me pasa cuando me ausento de Buenos Aires solamente por veinte o treinta días. Yo creo que el que se va a vivir a otro país, sufre porque no se siente un visitante y extraña la propia tierra. Pero si tiene la posibilidad de volver, tampoco se siente parte del país original. La lejanía te transforma y si perdés tu sentimiento de pertenencia, ya no es posible recuperarlo. El país que uno extraña no es el mismo que uno encuentra.

PiojoPromiscuo dijo...

Mi experiencia fue rara. Vine para aca a los 42, con la Colo y los dos indios. Soy sedentario, mis amigos me querian hacer el antidoping para convercerse que era verdad que me iba. Pese a todo, no extraño ni mi barrio, ni mis calles (siempre vivi en Lanus), ni nada tipico de alla (extraño si el Gancia, que aca si consigo es a precio de oro) y punto. Lo unico que extraño, pero mal, y que no relaciono con el pais pero si con mi vida son mi familia y mis amigos, a ellos si los extraño.
En algo tenes razon, ya no pertenezco a Lanus, me siento visitante. Lo que si, aca si me siento local, si mis hijos tuvieran primos aca y yo mi familia y mis amigos, la cosa seria perfecta.
Yo, como tu personaje, tambien me escape de una vida de locos que me llevo casi a la muerte (claro a el un loco casi le lleva la vida).
Lo siento, no soy un nostalgico del tango y los chinchu, apenas de mi querido Club Atletico Lanus (hijos de una gran bolocco, salieron campeones cuando me fui), no hago juego con tu relato, buscalo a Federiquito, ahi tenes otro emigrado que quizas si pueda compararse con tu relato.

Anónimo dijo...

Debe ser bonito tener algo que recordar como propio. Debe ser agradable poder empezar una frase con un "en mi barrio..." o un "en mi pueblo...".

Al contrario que Ulises, yo nunca eché raíces en ningún sitio ni con ninguna persona, porque cuando me empezaban a brotar el trabajo de mi padre nos obligaba a mudarnos. Entenderéis que el exilio me parezca un concepto tan fascinante como alienígena. Para mí, el exilio es no tener a dónde volver ni qué recordar; es saber a ciencia cierta que nadie en este mundo, aparte de mis hermanos, contará la misma anécdota que yo de cuando nos fuimos a buscar huevos de urraca en la dehesa. Ni siquiera sé en qué dehesa fue. Ni si eran de urraca.

Como PiojoPromíscuo, soy sedentario, pero lo soy con la esperanza de poder, algún día, empezar una frase con un "en mi barrio...".

Martín dijo...

Piojopromiscuo: Bueno, pero si extrañás a tus amigos y tu familia, también podemos usarlo para ejemplificar. Ulises echaba de menos la cancha y el conventillo y cuando volvió, vio que todo era distinto. Yo creo, y en eso consiste mi teoría, que si vos volvieras, descubrirías que ni tus primos ni tu barra son los que dejaste. El mundo tiene costumbre traicionera de seguir girando en nuestra ausencia. Tu relación con ellos, sería completamente distinta.

Estoy un poco insistente con el tema, pero todo cambio es doloroso. Los optimistas nos hablan de crecimiento, pero al final del camino está la muerte (qué trágico estoy hoy). ¿Cómo vamos a encaminarnos hacia adelante con una sonrisa? ¿Estamos locos?

Tengo la sensación de que el paraíso siempre es un paraíso perdido, que nunca se encuentra en el futuro, sino en el pasado, quizás porque nuestra mala memoria tergiversa, mejora e idealiza los recuerdos.

Lucash: Tu historia también podría acercarse a la de Ulises. Vos decís que no tenés un barrio que te pertenezca, pero Ulises tampoco, porque el barrio que añora sólo existe en su imaginación o en su memoria.

Fernanda Muslera dijo...

Yo viví dos años afuera y luego volví y se lo que se siente.
Por lo general cuando uno se va por algún tiempo prolongado conserva en su recuerdo una imagen congelada de la situación tal cual la dejó. El tiempo, pasa sólo para los otros en la percepción propia de la realidad porque en la distancia nuestros actos son como historias que se tejen paralelamente a la situación habitual; es decir, es como si tuviéramos una doble vida o acaso un clon que se escapa del tiempo y el lugar mientras un yo asentado en la rutina repite sus esquemas uno por uno tal cual los viene repitiendo hace rato.

Sin embargo, las cosas cambian más de lo que uno espera y ese hecho se verifica en los otros y en uno mismo.

Y si bien cuando estaba afuera quería volver, ahora que volví me quiero ir y de hecho, me estoy yendo.

PiojoPromiscuo dijo...

no Martin, a todos los sigo encontrando igual, mas viejos nada mas, pero el tiempo corre igual para todos. Recorda algo, la tecnologia, las comunicaciones telefonicas via IP, las fotos por el facebook, el messenger, y toda la parafernalia con la que no contaba tu Ulises hacen que las distancias se acorten. No es lo mismo el pobre indocumentado que elige volver para mitigar el dolor que el muñon del corazon le recuerda la amputacion de la familia/amigos/barrio que yo que tengo libertad por ahora economica y migratoria para regresar de visita todos los años.
Una vez que el primer nieto gringo ande gateando por aca, saldre de la maceta y tendre mas raices en este suelo que hasta ahora me ha recibido mejor de lo que esperaba hace 9 años.
Otra diferencia que encuentro entre mi historia y la de Ulises, es que yo no tengo que contarles nada a mis hijos dado que ellos llegaron aca con 12 y 14 años, ellos tienen recuerdos pero sus raices, su primer amor lo han tenido aca, por lo cual la vuelta es imposible, no podria nunca volver sin ellos.
En cuanto a lo que encuentro alla, el barrio sigue igual, sigo siendo "danielito el hijo de la elsita", cada vez si menos vecinos, la gran mayoria murio en los ultimos tiempos (los padres de mis amiguitos de la infancia) pero no seria distinta la historia si estuviera alli, dado que tampoco asisto a velorios y funerales de la gente que quiero. Me extendi demasiado, ya esta, cumpli, busca otro ahora.

Arle dijo...

Hola Martín, ¿ me extrañaste? Decí que sí, que te sale re barato y quedás bárbaro.

Mi hermano se fue hace 21 años a vivir a Italia. Yo tengo 36. No sé quién es, si le gusta mirar tele o rascarse el ombligo, si el domingo trabaja porque se siente infinitamente solo, o porque es su manera de trascender y ser importante.

Lo básico es que sigue siendo mi hermano, y lo quiero con todo el corazón, aunque lo vea sólo en fotos y msn, es un lazo que une, no ata, para siempre.

Un beso grande

Martín dijo...

Paula: ¿Cómo es eso que siempre te estás yendo? Pero pensándolo bien es sólo cuestión de perspectivas. Desde otro punto de vista, siempre estás volviendo. Bienvenida, entonces.

Piojopromiscuo: Está bien, no trato de convencerte más. Supongo que la mirada de Ulises (hay una película que se llama así) no es la única posible y puede que haya muchas clases de exilio. El tuyo parece un exilio gozoso y lográs combatir tu único lazo con tu país de origen a fuerza de mails, facebooks y viajes ocasionales. Supongo que con tu idiosincrasia se vive más y mejor, pero se componen peores tangos. Una vida feliz resulta aberrante para los artistas.

Arlequincita: Me había llamado la atención tu ausencia tan prolongada. Y me pregunté a qué se debería tu silencio.

Con respecto a tu hermano, ¿cómo pensás que sería tu relación con él si abandonara las pizzas y las pastas y volviera a la Argentina? ¿Cómo encontraría las calles, la gente y los espacios que él solía transitar?

Anónimo dijo...

Yo sí me siento un poco identificada con Ulises. Viví 26 años en el mismo barrio, en la casa en que nací y mis amigos son mis amigos de infancia. Nos conocemos tan bien que una simple mirada basta para entendernos. A diferencia de Ulises, la mayoría de mis amigos se quedaron en el barrio.
Me fui hace 8 años. Fue un exilio elegido y no obligado. Creo que eso cambia un poco la cosa. Trato de volver una vez por año y no me disgusta ver que las cosas cambiaron. Creo que más me chocaría ver la ausencia del paso del tiempo. Me asusta la gente que te dice “pero vos estás siempre igual”. ¿Igual en qué sentido? Hace 10 años que no nos vemos, nos pasaron mil cosas, ¡no me podés decir que estoy igual! Como Piojo Promiscuo, siempre estoy en contacto con mi familia y mis amigos, pero siempre me queda la sensación de perderme la mitad de la historia. Yo sí extraño. A mi mí barrio me gusta, lo quiero. Tengo un recuerdo compartido en cada esquina.

Ana dijo...

Nunca fui Ulises, mis mudanzas siempre fueron a 40 cuadras del lugar anterior. Y no podría ser Ulises, ahora que lo pienso.

PiojoPromiscuo dijo...

Martin, como para darte una vision mas clara de lo que dije, por ejemplo, en Mayo se casa mi hijo mayor, una de las primeras cosas en las que pense fue "que lastima que los abuelos no puedan venir a este acontecimiento tan especial que ellos seguramente disfrutarian mucho", no pense en ningun momento, "que lastima que no se puedan casar alla en Lanus para que toda la familia pueda ir". Ahi te dejo para que divagues un rato mas.

Dalma dijo...

No se que se siente durante el exilio ... ni de país ni barrial, porque en este momento vivo a pocas cuadras del barrio donde crecí.

Solo he hecho viajes de placer y me han tenido que convencer para volver, te juro.

En cuanto a Ulises fue un cagón por no animarse a enfrentar al rata nosecuantos, pero bueno ... soldado cobarde sirve para dos guerras (y para dos barrios, por lo que veo)

Martín dijo...

Coti: ¿Y qué pasa cuando volvés y ves que las esquinas de tus recuerdos cambiaron? ¿No las sentís un poco ajenas?

Con respecto al permanecer idénticos a pesar del tiempo, estoy de acuerdo. Recuerdo una vez que nos encontramos con un amigo al que hacía mucho que no veíamos. Cuando viajaba en colectivo al bar en donde acontecería el café, temía que hubiera cambiado mucho. Al verlo, comprobé que estaba exactamente igual. Y eso era bastante peor que una transformación profunda. Ver que una persona a los 25 años continúa comportándose como a los 16 es realmente aterrador.

Ana pero también los demás: Les doy otra línea de lectura, a ver qué les parece. Ulises se fue del barrio y después volvió, pero no es necesario ese procedimiento para intentar el regreso.

Yo soy una persona que tengo muy pocas cosas en común con el protagonista: odio los carnavales, Boca me causa un profundo desagrado, no tengo un concepto de barrio (viví siempre en edificios, rodeado de saludos circunstanciales a vecinos desconocidos en los ascensores), nunca estuve más de tres noches en un país que no fuera el mío (por lo que mi concepto de exilio es algo débil). Así y todo, me aproximo a Ulises en tanto practico retornos, pero de otro tipo: cuando veo una foto de mi infancia, cuando paso por la puerta del colegio en donde estudié durante 14 años, cuando encuentro un libro de lectura de la escuela primaria (en primer grado fue Mi amigo Gregorio), cuando viene a mi memoria la publicidad del vino Casa de Troya (vino blanco y diferente, como una uva transparente; sabroso y fresco), etc.

¿Saben una cosa? Uno de los momentos más tristes de mi vida fue cuando, antes de irme de la casa de mis padres, tuve que guardar todos mis libros en cajas, porque mi familia necesitaba esa biblioteca. Cuando tomaba cada texto, podía recordar en qué momento lo había leído. Al esconderlos en los cubos de cartón, sentía que asistía a mi propio funeral y que estaba sepultando parte de mi historia.

En ese entierro, nada me parecía tan angustiante como la certeza del cambio. El Martín antiguo se había extinguido y la prueba de su existencia quedaría encerrada en un placard.

Piojopromiscuo: Entiendo lo que decís. Se te nota agradecido con tu nueva tierra y está muy bien que no seas ingrato, si te abrieron las puertas. Pero te hago una pregunta, si no es impertinencia: ¿te fuiste enojado con Argentina? En ese caso, estoy seguro de que estás más que justificado. Argentina hace los méritos suficientes como para que uno tenga deseos de mandarse a mudar. Pero te pregunto esto porque es algo que me parece entrever en tus respuestas y me entró curiosidad por saber si es así o son sólo ideas mías (yo siempre sospecho cosas inexactas de mi entorno, pero como casi nunca me atrevo a preguntar, jamás compruebo cuán frecuentes son mis equívocos).

Dalma: Yo no creo que sea mala idea evitar el enfrentamiento con el Rata Muñoz, principalmente cuando la lucha tampoco te garantiza quedarte con su noviecita.

Yo también me habría escapado, pero mucha más lejos. No me hubiera sentido seguro a un colectivo de distancia. Pero claro, nunca me destaqué por ser muy valiente tampoco.

Es curioso eso: puedo hacer un personaje distinto a mí en casi todo, excepto en la cobardía.

Fede Rico dijo...

No voy a ocupar mucho espacio comentando sobre el post, que me pareció bueno, como siempre. Aunque denominar "exilio" a no cruzar el Riachuelo suena irreal.
Pero querer intercalar la fantasía con la realidad de los que nos exiliamos, por cualquier motivo, es demasiado porque vivir no es tan sencillo ni puede juzgarse ni medirse con la misma vara.
No hay teoría que refutar ni nada. Son historias de vida, como tantas otras. Algunas mejores, otras peores. Sólo resta esperar que las nuestras tengan un final feliz.

Anónimo dijo...

Martín : sabés que no, que no las siento ajenas. Pero como te dije, pienso que es porque casi todas las personas que quiero y que cuentan realmente en mi vida están todavía ahí.
Es re loco lo que contás de tus libros. A mí me pasó lo mismo cuando me vine para acá. Me los traje todos conmigo y en las nuevas bibliotecas (que fueron muchas) siempre quedaban como fuera de contexto. Igual no sé muy bien cómo explicarlo, me cuesta bastante. No tengo el verbo así de fácil, como vos.

PiojoPromiscuo dijo...

No se si enojado por haberme cagado muchos años de aportes (si me hubiera quedado ahora sufriria de nuevo por la usurpacion de la AFJP), no se si enojado con todos los politicos que recuerdo, tampoco se en que medida fue porque cuando me fui ya estaba por ser elegido de la rua, pero si, creo que fue por un odio visceral a todo lo institucional que regia nuestras vidas y por la falta de un futuro para mis hijos (yo estaba hecho).
Creo que a pesar que mis hijos nacieron blanquitos y no tendrian que sufrir el estigama de "negro cabeza" (si, la argentina es un crisol de razas y no existe la discriminacion, un descendiente de alemanes o un descendiente de lituanos es tratado con igualdad), no veia un futuro digno para ellos, por suerte para nosotros no me equivoque, por desgracia para toda la gente que quiero y quedo alla no me equivoque. Aclaro, pais para mi no son los politicos, ni el rio, ni el tango, ni la calle caminito, es algo mucho mas complejo y amplio que no sabria bien describirlo, a todo eso jamas podria odiarlo.

Pablo J dijo...

Muy bueno el relato. Yo nací y viví los primeros años de mi infancia en una ciudad llamada Caracas, después de allí, por cosas del destino (decisión de mi madre), nos mudamos al pueblo infame donde vivían mis abuelos maternos (no tenía nada en contra de mis abuelos, pero sí contra el pueblo), pero no soportamos sino un año allí, después nos mudamos a una "ciudad", que mas bien es un pueblo grande, dado que no tiene NADA de ciudad.

Pero a pesar de todo esto, después de tener muchos años viviendo en el pueblo grande, siempre siento nostalgia por mi ciudad, y siempre me pregunto como sería hoy de haberme quedado allá, probablemente peor, y ciertamente no regresaría en el tiempo para decidir quedarme pues podría no gustarme la persona que sería.

Cuando voy a Caracas, me invade la nostalgia, la emoción de encontrarme donde pertenezco, pero siempre tengo que regresar, a seguir mi vida ya construida aquí en el pueblo grande, y a seguir extrañando a mi Caracas...

Saludos...

Martín dijo...

Fritz: Sí, plenamente de acuerdo. Llamar 'exilio' a un cambio de barrio es exagerado. Es una licencia poética que me permití con fines estéticos, simplemente. La literatura (o alguna literatura) tiene tendencia a la representación mediante imágenes y no a la explicación lógica. Pero supongo que para alguien que tuvo que guardar todas sus cosas y viajar miles de kilómetros para encontrar un nuevo hogar, este exilio de Ulises puede sonar algo tonto (es lo que pasa en nuestras tierras del sur: el verdadero Ulises es el de la Odisea, que tiene que viajar durante veinte años para regresar a su hogar; el nuestro tarda veinte años en decidirse a tomar un colectivo).

Me pregunto, ¿a cuántas cuadras del paraíso viviría Adán?

Coti: No te creas que tenés la palabra vedada. Lo de los libros en tu nueva biblioteca es la explicación más clara que recibí en los últimos días.

Es una suerte que sigas sintiendo que son propias las esquinas que han cambiado. El hecho de que sigan transitadas por las mismas personas a mí no me sirve de mucho, porque veo que esas personas están transformadas también, y por lo tanto no me parecen las mismas. Los amigos de la infancia muchas veces siguieron caminos tan opuestos al mío que no puedo reconocer en ellos más que un pasado en común y si antes podía ver en sus rostros un reflejo de mí, ahora son verdaderos desconocidos. Pero esto que a mí me ocurre no tiene por qué ser universal. Probablemente tenga el mismo don (¿o maleficio?) de Xiao Liu, que no puede ver sino las diferencias.

Pablo: Justamente, yo tengo la impresión de que si volvieras a Caracas, te llevarías a cuestas el sentimiento de nostalgia. El Caracas de tu recuerdo no puede ni asemejarse al Caracas real.

Todos: Esto de poner 'todos' tiene un sentido teatral involuntario. Me resulta similar a un coro de teatro griego.

Se me ocurre también la historia del que no se exilia. La historia de Don Javier, que se quedó en La Boca. Algún día tendré que escribirla.

Martín dijo...

Piojopromiscuo: Perdón, te salteé en las respuestas.

Efectivamente, me imaginaba que había una historia así detrás de tus palabras. Al menos tuviste dónde ir y pudiste adaptarte. Podés considerarte afortunado. Pero me sorprende que seas de Lanús. Tu historia se parece a la de la obra de teatro Made in Lanús o a la de la versión de cine posterior Made in Argentina.

Vos te fuiste después que esos personajes. Dicen que, a veces, la vida imita al arte.

Anita dijo...

Martín:
Tu relato me gustó mucho, aunque a mi me pasó lo contrario que a Ulises.
Yo nací en un pueblo de la provincia de Buenos Aires donde viví algunos años de mi infancia para luego mudarme al conurbano bonaerense, que abandoné a los 25para hacerme porteña adoptiva.

Sin embargo, contrariamente a Ulises, yo me siento tan extranjera en mi pueblo natal como en mi barrio de adolescente.
Conservo intactos mis recuerdos en esos lugares, pero no los miro con nostalgia. Es más, hace poco estuve en mi pueblo y me sentí una paria, incluso con mi grupo de amigas de la infancia (a propósito escribi algo en mi blog).

Entiendo un poco a Piojopromiscuo en ese sentido, porque mi patria es donde yo pongo mi corazón, hoy es mi depto de 2 ambientes en Anchorena, mañana no lo sé...

Hay una frase de "Made in Argentina" donde Leonor Manso le dice a Contreras -"los vecinos te ayudaron a salvar el taller, porque vos sos el negro, para ellos, sos el negro".
Creo que entenderé la palabra exilio el día que no sea Anita para alguien.

Arle dijo...

Martín: Mi hermano es un extranjero allá, a pesar de estar hace tantos años, y acá, porque se aferra a sus recuerdos, a los puntos de contacto con la gente que ya no son válidos. Todos cambiamos, crecemos y entre medio, se nos pasa el tiempo sin darnos cuenta.
Cuando él vuelve parece salido de la máquina del tiempo, con recuerdos añejos y la memoria despellejada de tanto repasar.

...y estaba perdida por los benditos parciales de fin de año en la bendita carrera que a la vejez viruela se me ocurrió cursar.

beshosh

Martín dijo...

Anette: Parece que la vida de Ulises es una opción solamente y no una fatalidad. Probablemente es mejor que sea así.

A mí me ocurre algo curioso con respecto a mi pasado. Definitivamente mi presente es bastante mejor que mis años anteriores. No obstante, soy un nostálgico de un tiempo que prefiero abandonar. Es completamente contradictorio. Tengo un pie que va y otro que vuelve. Y ahí estoy, tambaleándome entre dos baldosas.

Arlequincita: Hay una película argentina que se llama Bar El chino. En un momento se le hace un reportaje a un italiano que cuenta cuánto se extraña la propia tierra, pero también aseguraba que no le era posible vivir fuera de Buenos Aires. El corazón hace TIC acá y TAC allá, TIC acá y TAC allá, decía a modo de conclusión.

Supongo que el desarraigo no es algo que se decide, sino algo que se padece. No conozco a tu hermano y probablemente estés más acertada al opinar acerca de él. Pero yo creo conocer a Ulises y sospecho que no puede escaparse de su infortunio.

¿Qué estás estudiando? Es curioso: volviste a la Universidad. En el fondo todos volvemos, de una forma u otra.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Yo viví exilios internos. también a miles de kilómetros (ventaja de ser un país de territorio amplio).
Cuando volví la primera vez a la casa de mis viejos en Mataderos (allá por el 87), todo era mucho más pequeño y de colores mucho menos deslumbrantes que lo que me mentían los recuerdos, detonados por el "desarraigo".
Recuerdo frases textuales de "Made in Lanús" que narra un poco lo vivido durante la dictadura en la visión de los que siguieron en el país y los que tuvieron que marchar al exilio.
En mis dos grandes fragmentos de vida fuera de Buenos Aires, luche para "ser parte" de esa lejana ciudad y nunca me permitieron sentirlo. Y cuando digo no me lo permitieron no lo hago por trasladar culpas o responsabilidades, no.
Simplemente se preocuparon puntillosos, constantes y metódicos en demostrarme que "no encajaba".

Definitivamente es cierto: Nunca al volver encontraremos lo que añoramos. El tiempo no para. Para nada. Para nadie.

Sólo nos queda volver a cruzar el Riachuelo y hacer fuerza por no recordar lo que encontramos al volver a la Boca.

Y seguir alimentando el recuerdo de lo que ya nunca más será.

Peor nostalgia sería, añorar lo que nunca jamás sucedió... (perdón Joaquín)

Anónimo dijo...

Yo me parezco más al Martín que contás en un comentario que al Ulises que contás en el relato. Nunca me fui del país, tengo un concepto de barrio difuso (aunque haya iniciado la infancia en uno, y ahora viva en otro). Y Boca también me provoca desagrado, pero no es el punto.
Crecí en una ciudad chica, cerca de Rosario. Una ciudad con carnavales y comparsas, siestas largas, zanjas donde cazar ranas, y otras cosas que hoy me resultan tan lejanas que apenas las creo. Se parecen más a anécdotas oídas que una infancia vivida. Me fui de ahí a los 8 años, y después pasé por otras 3 mudanzas, de una punta a otra de Rosario. Supongo que ese ir y venir puede atentar contra el concepto de barrio, aunque tengo uno que prevalece por sobre los demás. No fue donde más tiempo viví, pero sí donde hice algunos amigos de los que sólo se hacen ahí, o del otro lado del Riachuelo.
No suelo volver, porque me pasa como a Ulises. Prefiero conservar intacto el que guardo en mi memoria, aunque en la realidad esté tan cambiado y ya no conozca, como antes, cada una de las caras que pasan por la esquina.

Martín dijo...

Claudio: No está nada mal la idea de exilio interno y externo. Supongo que éstos no operan en forma sincronizada y, por eso, son causa de frustración.

Ahora, no sé si la solución es olvidar. En el caso de Ulises él prefirió recordar, aunque doliera, y alejarse para que la realidad no le arruinara sus recuerdos.

Piyamadecalle: Me hiciste pensar si es posible, en medio de muchas mudanzas, tener una idea de barrio que no sea una abstracción.

¿Qué concepto de barrio tendrá un caracol?

Anita dijo...

Martín:
El del caracol es un barrio cerrado.
Anette (la cómica)

PiojoPromiscuo dijo...

Juaa, CLAP CLAP.

Anita dijo...

Otra cosa: piojopromiscuo tiene blog?

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Sin dudas, debería tenerlo. Pero no, Anette, no.

Anita dijo...

Ufa!
PD: no saben qué difícil es concentrarme en el laburo con todos ustedes dando vueltas en la web...

PiojoPromiscuo dijo...

No Annete, no me da el cuero para tanto, lo mio es criticar lo de los demas, es decir, tocar el timbre y correr, no pienso darles derecho a replica a los Martines que ando asolando.

Jesis dijo...

Martin: me paso como a Ulises, sufri el exilio o desarraigo cuando me fui a vivir a otra provincia, que encima era una isla. Fue un año de mi vida realmente largo, despues de un año y muchas vueltas volvi a mis pagos, cuando vivia aca no me gustaba el lugar, pero cuando me fui te juro como extrañaba esta casi ciudad o mejor dicho pueblo grande.

Anónimo dijo...

Martin, precioso relato, conmovedor,senti como propia la nostalgia de Ulises,que importante era para el esa vida que a mi me hubiera parecido tan chiquita. Al contrario de el, yo nunca senti que pertenecia a ningun lugar, desde chica me cambiaban siempre de casa y de escuela. Hace diez años que me fui de Argentina, cansada de una sociedad que cada dia me hacia sentir menos persona,donde me daba cuenta que aunque me esforzaba no podia construir un futuro y que abundaba la falta de respeto por el otro y aunque se que como mi Argentina no va a existir para mi ningun otro pais, nunca extrañe, soy como dice que es Anette, mi patria esta donde esta mi corazon. Cuando me fui, lo que mas me dolio fue tener que dejar la mitad de mi vida,lo que eran mis tesoros, mis libros, mis agendas, mis pinturas, fotos y demas, eso ya nunca lo voy a recuperar. Con los amigos fue diferente,segui alimentando la amistad, como la plantita a la que regas todos los dias y como dijo alguien por ahi, con la tecnologia, ya nada esta lejos. Cuando volvi a argentina, ya como turista despues de diez años, fue muy raro, senti como que nunca me hubiera ido, para mi todo estaba en su lugar. muchas veces no son los lugares, somos nosotros los que cambiamos, como cuando volves a ver una pelicula que viste hace muchos años y ya no te parece tan grandiosa como la recordabas. Gracias Martin, una vez mas tu relato fue muy emocionante...mariaM

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Se le extraña, Martín.

Arle dijo...

¿Firmamos un petitorio ? ¿Sacamos una solicitada en los principales diarios de la abigarrada ciudad donde supuestamente vive el autor? ¿mandamos miles de gaviotas cocineras con papelitos en el pico diciendo " Martínnnn posteáááá??

Vos decinos y yo organizo al toque.
beshosh

Anita dijo...

Me sumo a lo del petitorio.
Postee maestro !!

PiojoPromiscuo dijo...

teniendo en cuenta sus problemas personales con las palomas aburguesaddas, quizas le han contagiado alguna enfermedad de la siguiente lista: CLAMIDIASIS SALMONELOSIS HISTOPLASMOSIS NEUMOENCEFALITIS CRIPTOCOCOSIS TOXOPLASMOSIS TRIPANOSOMIASIS CAMPILOBACTERIOSIS TUBERCULOSIS. Es decir, quizas ha muerto y el unico cumpleaños que se festejara en su familia es el de su sobrinita, que ayudara a olvidar la perdida del integrante de la familia. Yo aprovechare a copiar sus articulos, quien sabe algun dia pudieran llegar a tener un valor economico.

Monica dijo...

Leo lo de LucAsh y parece que lo escribió alguno de mis hijos.
Por el trabajo de mi marido viajábamos constantemente.El mayor cambió siete veces de colegio(¡de terror!)Yo no soy plañidera pero las raíces no sé dónde están...
¿Realmente hay raíces? para mí, las que valen son las de mi matrimonio(¡¡perdón por la cursilería!! en este caso es válida)
De todas formas en medio de esa vida nómade, les inculqué que se quedaran en el país, con voz de madre radioteatral: Si estudian o trabajan háganlo aquí.
Estudiaron,trabajan y les va bien. Por ahora ninguna queja,pero si quisieran irse *Beso y que les vaya bien* Los visitaremos.
Por ahí leí que fué tu *****(no lo digo por qué me da fobia)
Espero que lo hayas pasado bien con tu sobrina y el resto de gente que canta y hace algarabía (cosa que me mata.
Un abrazo y no con tanta frecuencia,pero te leo cada vez que puedo.Chau