jueves, 19 de marzo de 2009

De la importancia del número

Las puertas del bar se abrieron para dejar pasar una procesión compuesta por cinco personas que, arrastrando un despojo, se acomodaron en torno a una mesa e inmediatamente pidieron una ginebra al mozo. El despojo era Eleuterio Barbosa, horas después de ser abandonado por Milagros Lamarque. Una carta sobre la almohada con explicaciones insuficientes, los cajones y el placard vacíos como epílogo de aquella relación.

Los cinco amigos intentaban consolar a Eleuterio, incendiando su alma con bebidas espirituosas, pero él se mantuvo inclinado sobre la mesa, con la mirada flotando sobre un cenicero, mientras que sus curanderos se ponían cada vez más chispeantes:

- Hay cientos de mujeres en el mundo. La que se va, abre la puerta para la próxima.

- Claro. No vas a darle el gusto de ponerte triste - y el consejo que sirve tanto en el arte de la carpintería como en cuestiones amatorias -. Un clavo saca a otro clavo.

- Vayamos al Club Villa Antártida. Esta noche hay un baile. ¡Qué mejor que un baile para considerar otros destinos posibles!

Las horas fueron pasando y el alcohol y la inmodificable curvatura de la espalda de Eleuterio condujo a los cinco colosos por nuevos rumbos discursivos. Tras agotar una larga serie de consejos, permitieron que sus lenguas se afilaran y dieran comienzo a un ataque feroz contra la figura de Milagros Lamarque:

- ¡Qué forma es ésa de abandonar un hogar!

- ¡Una carta! ¡Una miserable carta!

- Y los armarios sin ropa, con las perchas tambaleando.

- ¡Esto no puede quedar así! ¡Vayamos a buscarla! ¡Exijamos una explicación! ¿Dónde puede estar?

- ¿Habrá ido a lo de su mamá? ¡La vieja vive cerca! ¡En diez minutos podemos estar en su casa!

- ¡Nadie va a buscar a Milagros! - resonó la voz de Eleuterio, mientras su cabeza se erguía por primera vez -. Vayamos al baile.

Seis personas - y no cinco - se pusieron de pie, abandonaron el bar y se lanzaron hacia la sanación que proporcionaría el Club Villa Antártida. Los héroes irrumpieron en la pista de baile, otrora cancha de básquet, testigo de volcadas épicas en el año 72, época en la que el club hizo historia al coronarse campeón interbarrial.

Tras una minuciosa inspección del lugar, descubrieron que la más bonita de la fiesta se escondía entre las sombras que caían de un lado y de otro, empujadas por las luces en rítmico movimiento. Eleuterio tuvo ganas de volver a su casa, pero sus amigos le impidieron la retirada. Le obstruyeron las salidas y cubrieron su retaguardia, invitándolo a avanzar hacia las penumbras. Se dejó conducir y entabló con la mujer una escueta conversación, un baile y el olvido de Milagros, que fue sepultada entre los recuerdos por el vigor irresponsable de las vivencias.

Tras saborear la victoria, en una madrugada inspirada, Eleuterio concibió un plan, que transmitió a sus amigos la noche siguiente. La estrategia podría considerarse absurda, pero sus camaradas no la rechazarían puesto que la irracionalidad era una práctica habitual en aquel grupo:

- Anoche comprobé cuánto más simple es obtener el éxito con el respaldo de un ejército. Sin la presencia de ustedes, el triunfo me habría resultado esquivo, pero si aunamos esfuerzos, la batalla se vuelve sencilla.

Tengo una propuesta para hacerles. Turnémonos. Conviértanse por cinco meses en mi fuerza de choque y yo me convertiré en soldado de cada uno de ustedes por períodos similares. Les aseguro que nada que deseemos nos será negado.

Los amigos meditaron durante un tiempo y estuvieron de acuerdo. Así, el 14 de noviembre las efemérides recuerdan la conformación del Regimiento 1 de Flores, que sin bandera ni uniforme, intentaría corregir las muchas injusticias que sufría su comandante.

La primera hazaña lograda por este grupo ocurrió algunos días más tarde. Eleuterio consideraba que ya era hora de hacer entrar en razones a su vecino, que imponía su música espantosa a todo el edificio hasta altas horas de la noche, con todo el poder de sus parlantes potenciados. La infantería se atrincheró en la escalera y Eleuterio, envuelto en una soledad aparente, tocó el timbre del departamento "8". El enemigo observó por la mirilla y preguntó:

- ¡Quién vive!

- Soy el vecino de arriba. Vengo a solicitarle que deponga la música o me veré obligado a forzarlo.

- ¿A quién vas a obligar? - dijo el hombre, después de analizar que, por el tamaño y el aspecto físico de Eleuterio, podría propinarle una verdadera paliza en cuestión de minutos. Abrió la puerta y se puso en guardia. Inmediatamente la tropa entró en acción. En conjunto, empujaron al vecino hasta el fondo de su living y arrojaron sus parlantes por la ventana, mientras entonaban Aurora (canto que probablemente no era adecuado para la ocasión, pero el fervor patriótico que los embargaba era un sentimiento incoherente y el único recuerdo similar, se remontaba a mañanas frías de un 25 de mayo, en el patio de la escuela).

Eleuterio, aplicando una logística similar, consiguió un ascenso en el trabajo, que el portero del edificio de al lado no baldeara la vereda a deshoras, que la compañía de teléfonos celulares se hiciera cargo de un error en la facturación, que los obreros de una construcción fueran más consideraros y llevaran a cabo sus tareas con el mayor silencio posible y que un colectivero abandonara el arte de ocultarse tras otro colectivo para no detenerse en la parada.

Los fines de este ejército personal y comunitario no eran altruistas. Las correcciones y reivindicaciones que impusieron no siempre fueron justas. Eleuterio solicitó ser acompañado a cada fiesta a la que fue invitado y el apoyo de su grupo le resultó siempre favorable. Una noche, propuso el asedio y conquista de una rubia de vestido rojo. Pero los combatientes recomendaron cambiar de objetivo e invadir los territorios hostiles de una morocha de ojos verdes, que parecía mucho más apetecible que la anterior y que se dedicaba a rechazar a todos los pretendientes que la requerían. Eleuterio se opuso en un primer momento y explicó ciertas cuestiones acerca de la cadena de mandos, del verticalismo propio de toda organización castrense y cuán atractiva consideraba a la rubia. Pero fueron tan firmes y convincentes las voces que elogiaron la geografía de la morocha, que Eleuterio terminó convencido de que la opinión de sus subordinados era la correcta. La morocha habría de ser más bonita y su preferencia por la rubia debía ser apenas un accidente, producto de su percepción distorsionada. Al fin y al cabo, su propio instinto e inspiración lo habían llevado a elegir muchas mujeres equivocadas.

Después de unos minutos de conversación, aceptó gustoso, y tuvo por primera vez en su vida la sensación de certeza absoluta. Sabía que su determinación era correcta, porque no se fundamentaba en su propio capricho débil y cambiante, sino en la base firme de una mayoría. Uno de sus amigos podría equivocarse. Pero la coincidencia en el error de todo el grupo, le resultaba mucho más improbable.

Así, la morocha, seducida por el poder de Eleuterio o intimidada por el grupo que lo acompañaba, se dejó conquistar con facilidad y el capítulo La arremetida en el baile, pasó a engrosar el registro histórico de las hazañas de esta tropa. Sin embargo, las buenas ideas no tardan en ser plagiadas. En breves minutos, otro individuo conformó una milicia improvisada compuesta de quince combatientes, cuyo objetivo fue la usurpación de la morocha que se dejaba enroscar por los brazos de Eleuterio. Cuando iniciaron su acometida, el Regimiento 1 de Flores consideró que la batalla sería demasiado desigual, por lo que tras un silbido y una serie de ademanes preestablecidos, la tropa llevó a cabo su primer repliegue táctico, que fue motivo de burla y escarnio durante los días posteriores.

Eleuterio entendió que si sus enemigos habían duplicado su estrategia, él debía fortalecerse para mantener su hegemonía. Entonces, se lanzó a la Plaza Pueyrredón para reclutar gente y extendió sus esfuerzos por distintos barrios de la ciudad. Después de largas jornadas de búsqueda y convencimiento, el ejército de Eleuterio alcanzó el número místico de setenta soldados, divididos en agrupaciones menores, cada una con un jefe convenientemente entrenado.

El desplazamiento de una tropa de setenta integrantes se convirtió en una verdadera inconveniencia. Tomar colectivos era una tarea dificultosa, que implicaba fraccionarse y, generalmente, llegar tarde a todos lados. Por ello, se decidió reducir el radio de acción a un máximo de treinta y tres cuadras.

La noche del 26 de febrero, ciento cuarenta piernas sincronizadas marchaban hacia un boliche de Caballito. Eleuterio ingresó en el local y se encontró con el mismo regimiento enemigo que le había arrebatado a la morocha de ojos verdes. Ella continuaba custodiada por el temido general:

- Eleuterio, intentemos recuperar a la morocha - dijo uno de sus amigos, tras evaluar el poderío de fuerzas propias y hostiles.

Eleuterio, amparado por el número, se dispuso a iniciar el ataque, cuando otro de sus jefes interrumpió:

- No, la morocha es lo menos importante en estos momentos. Dejemos de lado las cuestiones amatorias. Debemos limpiar nuestro honor y atacar al enemigo en un movimiento reivindicatorio a muerte.

Eleuterio quedó, pensativo, entre estas dos voces.

- No, están equivocados - dijo otro -. ¿Para qué gastar pólvora en chimangos, si en el noroeste hay una pelirroja de piernas interminables, muy superior a la morocha. Debemos ser inteligentes y prácticos. La batalla perdida, perdida está. Miremos hacia el futuro y ocupémonos de actos más sublimes.

- No, la pelirroja es mi hermana. ¡Con mi hermana no te metas! - soltó otro de los jefes.

- ¿Y por qué la conquista de la pelirroja es más sublime que la recuperación de la morocha?

- Porque la morocha es bonita en el plano terrenal. La pelirroja es metafísicamente perfecta.

- A mí no me gustan las coloradas.

- ¡Pero vos qué sabés!

- Si no podemos ponernos de acuerdo, vayamos a otro boliche.

- ¡Bueno, el que elige acá soy yo! - interrumpió Eleuterio - Yo también tengo mi criterio, ¿no?

- ¡No! Tu criterio es el que nos trae problemas. Si fuera por tu criterio, jamás se habría formado esta tropa y te hubieras escapado en la primera incursión en el Club Villa Antártida.

- ¡Pero quién da las órdenes acá! - respondió enojado Eleuterio, ante ese acto de insubordinación.

Todo su ejército lo rodeó:

- Las órdenes las das vos. Pero sabé que si no seguís mi consejo, te vas a convertir en mi enemigo. Y no sólo en mi enemigo. Hay muchos soldados que me acompañarán - explicó uno de los coroneles, mientras algunos reclutas asentían con la cabeza.

- También te vas a convertir en mi enemigo, si no me escuchás - agregó otro jefe, que no quería ceder terreno.

- En el mío también.

Eleuterio se quedó en silencio. Los jefes de las distintas facciones lo tomaron de sus miembros:

- ¡Vamos! ¡Decidí! ¿De qué lado estás?

Eleuterio no sabía qué contestar. Reconquistar a la morocha, se mostraba como una tarea interesante, pero vengar la afrenta parecía honroso y digno. Incursionar en nuevos territorios pelirrojos es siempre abrirse una puerta a un posible destino más prometedor, pero marchar hacia otro lugar y pacificar los ánimos era una opción juiciosa. Los jefes comenzaron a tironear de los brazos, de las piernas, del cuerpo de Eleuterio. Un remolino de gente y violencia se formó a su alrededor. Un testigo sospechó que aquel revuelo podría derivar en una tragedia y llamó a la Comisaría 38. Dos patrulleros se hicieron presentes cuando los coroneles se disputaban la voluntad del general, tirando con todas sus fuerzas, cinchando hasta que el cuerpo de Eleuterio simplemente cedió y se despedazó.

- ¡Policía! ¡Nadie se mueva!

Los coroneles, cada uno con su despojo, se lanzaron hacia la salida empujando a bailarines y uniformados y huyeron en distintas direcciones. Las crónicas barriales registran que los miembros de Eleuterio fueron enterrados en distintos parques de la ciudad. El brazo derecho descansa en Plaza Francia. El brazo izquierdo en Plaza Once. Una pierna, tal vez la izquierda, en los Bosques de Palermo. La cabeza, en cambio, fue abandonada en el local. La Policía la encontró echada en el suelo y con una sonrisa amplia y sorprendente. Es probable que Eleuterio haya muerto feliz, tras abandonar la triste circunstancia de ser uno, flotando en la incertidumbre, para convertirse en múltiple y verdaderamente libre.

31 comentarios:

Martín dijo...

Todos, pero principalmente Perdida y Arlequincita: La vida de Eleuterio justifica, en parte, mi obsesiva actividad de contar visitas (al fin de cuentas, si algunas personas cuentan ovejas para dormir, ¿por qué no debería contar lectores durante la vigilia?).

Vivimos en un mundo donde no hay certezas. A veces nos dicen que lo bello y lo feo son cuestiones subjetivas. Yo no estoy tan de acuerdo con esto, pero es el pensamiento más generalizado. Sin embargo, actuamos como si existieran verdades absolutas. Cuando yo admiro a una señorita y otra persona me dice que la señorita en cuestión no es tan bonita, me parece que está loco o que necesita correr al oculista. ¿Qué hacemos en ese caso? Buscamos la opinión de un tercero para que dirima la cuestión:

- ¿No es cierto, Jorge, que es chica está buenísima?

- Sí - o - no - responde Jorge y así, por convención, queda establecido un criterio.

Pero al mismo tiempo, a veces aparecen opiniones autorizadas. Si una persona de pocas luces me recomienda una película, no le creo demasiado, pero si lo hace alguien a quien admiro, probablemente confíe en sus palabras. Pero el asunto es más complejo, porque muchas veces, el consejo de alguien a quien admiramos nos quita libertad. En esos casos, estamos condicionados a apreciar las virtudes estéticas de aquello que fue elogiado por una voz autorizada.

Cuando surgen los expertos en determinada materia, también se termina imponiendo el número. Si un único crítico elogia una película y el resto la considera horrible, es probable que sospechemos que la mayoría tiene razón. Y así funciona todo: el mejor sistema político nos parece la democracia, que se basa en un recuento de popularidad; las peleas de box, cuando no hay knock out, se resuelven contando números, etc.

El proceso en este resumen está simplificado. Lo cierto es que nuestra percepción nos resulta insuficiente para determinar las bondades y los defectos de cualquier cosa. Pero el número, la multitud, nos proporciona un alivio, un sentimiento de seguridad. Somos ciegos, tanteando en la oscuridad. Tal vez estemos equivocados, pero si al menos somos muchos, nos sentimos más tranquilos.

Y, si lo pensamos bien ¿de qué sirve ser el único en poseer una verdad científica, si te queman en la hoguera?

Tal vez no fui muy prolijo en este comentario, pero el tema da para largo y no quiero que esta intervención me salga más extensa que el artículo, que no es precisamente corto.

Espero que disfruten del cuento y que sean muchos y cada vez más. Es cierto, como dijo Arlequincita, la popularidad no garantiza la calidad, pero tampoco garantiza lo contrario.

Saludos.

perdida dijo...

Entiendo tu obsesión de contar visitas, pero también soy de las que creen que lo bueno no es siempre comprendido por las masas.
Es mas odio lo que siguen las masas, igual no me molestaría que te hagas famoso, pero tengo algo con lo popular, que quizás sea prejuicioso, pero desconfío de lo popular.
También sigo otros blogs que reciben un montón de comentarios pero entiendo que los reciben porque son como diarios íntimos y están buenos, pero no son lo mismo. Me gustan pero son distintos. Tu blog es distinto.
Yo no escribo porque no me animo pero si escribiera quisiera escribir algo como lo tuyo, no como esos blogs populares que son muy divertidos pero que no dejan de ser mas de lo mismo (sin ofender a quienes los escriben porque hay algunos que realmente me gustan).
Tus historias siempre están buenas.
Como siempre, un placer leerte!
Besos.

Anónimo dijo...

Cuando no existen certezas es bien duro tener criterios.Es cómodo refugiarse en el número o, a falta de él, en dios que nos lo da todo hecho, que nos dice lo que es bueno y lo que no.Todo esto es trampa, no vale.Nuestra misión es tomar decisiones y decir sí o decir no pero decirlo.
Pensar en común no es cosa mala , pero esto no quiere decir pensar lo mismo.El acierto está en buscar el consenso para convivir, para ceder todos en algo y no estar nadie del todo satisfecho.Este consenso sirve para vivir juntos, nada más y nada menos.Marca las reglas del juego.En lo tocante a nuestras decisiones personales: criterios, gustos artísticos u opiniones, el número no debería servirnos de nada.Podemos aceptar el consejo de alguien como una invitación a leer, escuchar o contemplar algo.Lo que no podemos nuncar es permitir que el criterio de otro o del número nos obligue a que algo no nos guste.
Yo te leo y me gusta lo que escribes.También te recomiendo.¡ojalá haya consenso!

Arle dijo...

Martín...Me obligás a comentarte largo y tendido, todo culpa tuya. je!

Adhiero a lo que dijo Perdida; a mí me gustan ( y prueba de ello son los recomendados en mi Blog) varios Blogs que respetan el formato original de diario íntimo público, aunque parezca contradictorio, es real.

Pero leerte, y discutir con vos como si estuviéramos frente a frente en un café de Flores o de la calle Mitre, acá en Bari, hace que este espacio sea único. Que no significa que los lectores de los demás espacios no tengan esa posibilidad, sino que a veces no se aprovecha.
Entonces, leer textos como los tuyos y apreciarlos en su justa medida, no es para cualquiera. Y sin discriminar, (o discriminando, mejor dicho), los comentaristas de blogs "populares" reciben post cortos y digeribles, donde se sienten identificados con situaciones teñidas de realidad y multiplicado por guiños humorísticos o quejosos.
No es difícil conseguir lectores a ese precio.

Ahora, qué valor puede tener un comentario de ése tipo de post para alguien que disfruta escribiendo y narra situaciones tan intensas como vos?

Tus personajes son tan enteros, tan abocados a su destino, que forman parte de un imaginario querido y esperado para tus lectores.

Ahora, si seguís quejándote de tus pocos comentarios y/o visitas, nosotros, tus fieles lectores, nos sentiremos justamente injuriados y/o/ú ofendidos por tu menosprecio.

Ahora vuelvo a leer el post y comento ¡qué tanto!

Muchos besos, total de donde saco, hay muchos más.

Nuria K. dijo...

Martín: Eleuterio cayó en una trampa muy habitual. Pensar que ser muchos fortifica. Y así, el "yo" se va haciendo cada vez más chiquito. La soledad es tan grande cuando uno está en medio de muchos!!! La multitud es una almohada donde apoyarse, donde esconderse, permite ser menos "yo" (aunque por momentos, eso necesitamos) Ser libres es una carga muy pesada y por momentos decidir todo el tiempo cansa. Y en esos momentos, sonreímos y miramos a los otros. sin que lo sepan, nos agarramos de manos ajenas, para dejar de ser un poco; por un rato.
Me encantó este cuento. Especialmente el final. Gracias!

Arle dijo...

El problema, según lo veo desde esta esquina, es que si la valentía sólo está avalada por el número de los guardaespaldas dispuestos a salvarnos, en realidad no nos pertenece. Si somos capaces de pelear un amor sólo con la fuerza del grupo, no es nuestro el triunfo, ni el premio, sino del grupo.

Y si no somos capaces de luchar a brazo partido por nuestros propios y limitados medios, de a poco pero sin pausa, nos iremos desecando hasta convertirnos en granitos de sal esparcidos al viento.

Anónimo dijo...

La union hace la fuerza?, mmm, me adhiero al pensamiento de Nuria, casi escribio lo que yo iba pensando a medida que se desarrollaba la historia, no es bueno recostarse en los demas para solucionar los problemas, hacerlo solos nos fortalece, de la otra manera vas perdiendo identidad, me gusto muchisimo el relato, gracias....mariaM

Martín dijo...

Todos: Empecé a contestarles a uno por uno, pero no me gustó como me iba quedando. Parecía que me peleaba con todos ustedes (ya saben, la conexión entre dedos y pensamientos no siempre es perfecta y, en algunas ocasiones, los primeros se muestran mucho más beligerantes y agresivos que los otros). Entonces, por esta vez, prefiero escribirles a todos de un plumazo, si me permiten esta descortesía.

Investiguemos algunos procederes de los hombres. Decimos que la belleza es algo subjetivo y estamos bastante satisfechos con esa apreciación. Pero hay algo que me llama poderosamente la atención. Si hacemos una encuesta mundial entre las numerosas señoritas que superan en número a los caballeros y les preguntamos si preferirían ser seducidas por Brad Pitt o por Chiche Gelblung, veremos que hay un 100% de casos que prefirieron al norteamericano por sobre el argentino (incluida la señora esposa del periodista).

Acá es donde el asunto se complica, porque si la belleza es subjetiva, ¿cómo podríamos explicar esta terrible coincidencia? Si cada uno tiene derecho a elegir individualmente, ¿por qué todos deciden quedarse con el actor?

La subjetividad parece posible solamente en territorios intermedios. Preferirán unos a Julia Roberts y otros a Nicole Kidman, simplemente porque las dos son lindas, pero los extremos son fácilmente reconocidos. Entonces, no estamos ante una verdadera subjetividad, sino ante una subjetividad de cuarta, de esas que solemos llevar a cabo los seres humanos y nos mostramos ufanos, como si fuera una gran cosa.

Supongo, entonces, que la belleza es de caracter social y no individual. Alguna vez un infante le preguntó a su madre qué significaba la palabra 'lindo' y seguramente la madre le señaló con el dedo una cosa linda, porque de qué otra forma podría definirse. Y ahí se estableció el problema. El niño en cuestión no decidió cuál era su preferencia, sino que aprendió un canon estético proveniente de la sociedad en la que se encontraba.

Estos cánones estéticos pueden cambiar. Según parece, nuestros abuelos las preferían más gorditas (o menos flacas) que nosotros. Pero no es la voluntad de un individuo la que puede torcer el rumbo de la apreciación estética en general, sino la del grupo.

Lo mismo ocurre con una obra artística. Cuando uno lee a Shakespeare, con todo el reconocimiento histórico que tiene, no es libre de decir que Hamlet es una porquería, porque el armazón social está preparado para defenderlo. Si alguien se atreviera a cuestionar el valor estético de esa obra, lo más probable es que el mundo juzgaría que no se trata de una mala tragedia sino de un mal lector. Yo, por mi parte, tengo que confesar que hace ya muchos años vi una versión libre de Hamlet en Cemento, protagonizada por el mismísimo Chabán. El personaje aparecía con un balde con agua y detergente y metía el puño adentro y lo agitaba. Jamás vi algo tan lamentable.

Teniendo en cuenta estas cuestiones, ¿es tan ridículo ampararse en el número? Yo no digo que sea una buena opción, pero por lo pronto, considero que no es más absurdo que no hacerlo.

De todas formas, yo no protesto por tener pocos lectores. Estoy muy contento de que me lean y me suelten conceptos interesantes, que me sirven para seguir construyendo esto que, en el fondo, no sé de qué se trata (al fin y al cabo, el último artículo es una respuesta a Perdida y a Arlequincita). Simplemente intentaba justificarme, explicarles por qué es que cada tanto espío la cantidad de personas tuvieron la peregrina idea de dedicarles unos cuantos minutos a mis palabras (el poder de síntesis no es algo que me caracterice).

Por eso, les agradezco sus palabras de aliento, no importa si son muchos o pocos, y los invito a seguir participando, porque si ustedes disfrutan de mis artículos, sepan que yo hago lo mismo cuando aparecen sus observaciones.

Arle dijo...

Si mal no recuerdo, Aristóteles describía la belleza como la proporción áurea en los rasgos tanto masculinos como femeninos, ( y si recuerdo mal, que el barbudo me disculpe)

Es por eso que Brad Pitt tiene más adeptos que C.G. Armonía entre sus partes, que le dicen.

Pero eso no significa que gente como C.G. no haya conseguido merced a su coloquio ó quizás a otras herramientas innombrables, conquistar a su esposa y a alguna que otra fémina por ahí. Si no fuera así, la raza humana se habría extinguido hace rato. Es sabido que los "bellos" son minoría.

Nuria K. dijo...

Martín, mientras iba leyendo tus palabras me daba cuenta que había una diferencia de interpretaciones. Tu texto me permitió reflexionar sobre la soledad en medio de la multitud. Pero vos te estabas refiriendo a otra cosa. Lo único que quiero agregar es que hay una escena en una película llamada Blow up (de Michelangelo Antonioni)que se desarrolla en una cancha de tenis. Es un partido con jugadores y público, pero con la particularidad de que no hay una pelota; sin embargo todos parecerían verla. Los jugadores la golpean con su paleta esperando su turno. El público sigue cada jugada con moviendo sus cabezas de un lado al otro de la red. Pero no hay pelota. No hay pelota. Un hombre pasa por allí y se acerca. Se sorprende y sonríe al ver a tanta gente siguiendo un partido "invisible". En un momento parecería que la (no)pelota cae al lado de los pies de este hombre. El partido se para y todos lo miran esperando que la alcance. Él sonrie nuevamente. Duda. Pero todos siguen aguardando que la pase. Finalmente el hombre se agacha, toma la pelota con su mano y la arroja. El partido sigue. Seguramente el espectador de la película también habrá dudado de su ojo. Saludos y perdón por la extensión.

Nuria K. dijo...

Perdón, donde dice paleta, léase raqueta. No vaya a ser que algunos deportistas se enojen con esta sutil diferencia.

Martín dijo...

Arlequincita: Es cierto, también hay una cuestión antropológica. La deformidad creo que no es apreciada por ninguna sociedad (busquen la película Freaks de Browning, si no me ceen), pero dentro de límites menos extremos, la preferencia por uno o por otro (creo) es un aspecto cultural.

Y no estoy condenando a Gelblung a la soledad ni impugnando sus capacidades de seductor, si es que las tiene. Simplemente lo uso como modelo de apreciación estética en un ejemplo.

Nuria: No es que el texto no se refería a la soledad en medio de la multitud. Simplemente yo, por un rato, le presté atención a otro aspecto, pero mi focalización no invalida tu lectura.

La escena de la película que contás, me parece ingeniosa. También me recuerda al cuento aquel del traje invisible del rey, que nadie veía, pero nadie quería admitirlo.

Johanna Pérez Vásquez dijo...

Martin primero te felicito porque adoré ver los signos de admiración bien usados, igual que los de interrogación.
Sólo hasta hace poco me vengo a dar cuenta de lo difícil que es encontrar textos de buena calidad, por eso vuelvo a visitarte, me he aburrido de los diarios personales, a veces son divertidos, pero en general me parece más entretenido escuchar una conversación ajena cuando voy en el bus, alguna vez creo que te lo dije por una pasada historia que leí acá.
Además de esto me fascina el debate que se crea paralelamente a la historia, los conceptos de belleza y de soledad que se cuestionan en tono respetuoso y enriquecedor, eso no se ve en todas partes y tampoco vende, quizá por eso tus lectores no seamos tantos.
Leí los comentarios, porque todavía son manejables, cuando un autor tiene más de 20, 30 la cosa cambia y uno sólo lee el texto y luego comenta, lo que dijeron los demás pasa a un segundo plano, como ves el ser muy popular también trae sus problemillas, mientras yo te disfruto y concuerdo con tus opiniones acerca de cómo se crea la definición de belleza.

Martín dijo...

Licuc: Gracias por los elogios.

Me quedé pensando algo, pero mejor me lo guardo por si en los próximos días me sale un artículo con esa idea.

Johanna Pérez Vásquez dijo...

De nada y vale, estaré pendiente para ver de qué se trata.

Anónimo dijo...

Martín: me encanta leer tus cuentos, son originales y personales. Los comentarios posteriores son súmamente interesantes (exceptuando acotaciones del tipo "adoré ver los signos de admiración bien usados, igual que los de interrogación")*. Tus lectores se comprometen con pasión en sus intervenciones y reflexiones. Has sabido crear un "universo". Tu blog (conjunción de tus escritos y los de tus lectores) está buenísimo. Besos.
* Ver puntuación del último párrafo del primer comentario de Licuc. Sabe hacer acotaciones y correcciones sobre los textos ajenos, pero desconoce la utilización correcta de las comas (parecería que los puntos no funcionan bien en su teclado)Perdón, esta vez escribieron mis dedos. Héchales la culpa a ellos...

Anónimo dijo...

Te regalé una "h", una "s" y un acento. Echale nuevamente la culpa a ellos...

PiojoPromiscuo dijo...

sigo leyendo con interes.

perdida dijo...

piojo: sabes q ya estaba por preguntar si te habia matado algun nopucid o algo? :)

PiojoPromiscuo dijo...

no estoy a la altura de los comentaristas, prefiero disfrutar la lectura, pero "aunque no lo veamos, el piojo siempre estaaa..."

coti dijo...

Sí Piojo, a mí me pasa lo mismo que a vos. No me siento a la altura para comentar, pero disfruto muchísimo leyendo este blog. Es mi preferido. Gracias.

Martín dijo...

Licuc e Ine: Si quieren pelearse, yo no voy a censurarlas. Principalmente porque creo entender que ambas tienen buenas intenciones, pero sí les voy a contar una experiencia al respecto. Hace algunos años, trabajé como profesor de lengua y literatura en un par de colegios. En las salas de profesores, descubrí el deporte favorito de los docentes: en ronda, contaban anécdotas de cuán burros eran sus estudiantes. Las hazañas de los chicos eran de distinta índole, pero muchas veces se trataba de errores ortográficos colosales, sorprendentemente aglutinados en palabras cortas y muy comunes.

Lo curioso es que no sé muy bien a qué se debe la capacidad de algunos individuos para recordar dónde colocar una s y no una c, pero creo que no puede medirse la inteligencia de nadie por la omisión o inclusión de una h al principio de una palabra. Conozco muchas personas brillantes que, cada tanto, deslizan esta clase de imperfecciones en sus escritos (y, a veces, a mí mismo me ocurren estas tragedias).

En definitiva, yo intento seguir fielmente las reglas de la ortografía y gramática españolas, pero sepan que ningún descuido propio o ajeno me escandaliza demasiado (en rigor, mis descuidos sí me escandalizan, pero no los ajenos). De todas formas, sé que mi tolerancia en este terreno no es compartida por todos, así que si quieren, pueden seguir corrigiéndose y corrigiéndome sin problemas.

Piojo: Yo también me extrañaba de que no aparecieras. No pregunté en voz alta para no ser indiscreto. Pero no sería la primera vez que alguno de ustedes se pierde por ahí. Si revisamos la breve historia de este blog, notaremos que algunos comentaristas criteriosos decidieron no aparecerse más por estos pagos. El hecho de que su ausencia sea justa no la vuelve menos triste.

Alguna vez he visto algún antiguo parroquiano comentando mi muerte en otro blog. Me lo merezco, por haber jugado al suicida hace unos pocos meses.

PiojoPromiscuo dijo...

no existe el viagra para el cerebro, sere voyeur del blog, pero siempre visitas de un ip de Miami encontraras.

Nuria K. dijo...

Piojo: admito que me gusta mucho leer tus comentarios. Coincido con Ine, este blog es una conjunción entre los textos de Martín y los de los comentaristas. Cuando termino de leer los cuentos, miro los comentarios y siempre me encuentro con acotaciones interesantes. Espero más de tus palabras. Saludos.

PiojoPromiscuo dijo...

Me pongo serio. Te agradezco Nuria, pero creo que es mas placentero leer los comentarios/colaboraciones que enriquecen los relatos que las triviales acotaciones mias que solo buscan una sonrisa. Al menos yo, ultimamente, disfruto muchisimo los debates que aqui se estan generando y creo que mis acotaciones no sumarian nada, mas bien le quitarian esa calidad y ritmo que ultimamente tiene este espacio. Todo esto no quita que yo me sienta parte del lugar y que lo visite cada vez que google reader me chifla avisandome de un nuevo post/comentario. Gracias por alimentar mi ego.

Martín dijo...

Piojo: Si mis complejos son contagiosos, el asunto se complica. Yo no creo que no tengas la capacidad de escribir unas líneas referidas al texto, pero te hago una pregunta: ¿por qué pensás que es más interesante un artículo pretencioso que un comentario que despierte una sonrisa?

PiojoPromiscuo dijo...

sencillo Martin, por una cuestion matematica, son mas los que debaten con inteligencia en este foro que los yosapas.
No me siento menos que Ustedes para nada, soy muy feliz con mi mediocridad, no te imaginas la alegria que me da cuando me festejan una gansada. Al pobre cualquier moneda tirada le salva el dia.

Ine dijo...

Bueno Piojo, ese es tu aporte. Y el humor es tan interesante como un comentario serio, de traje y corbata.

Adrián dijo...

Intenté alquilar la película Blow up, ya que me gustó mucho la descripción de la escena de la cancha de tenis y me gustaría verla. En mi video club no la tienen y me dijeron que es difícil conseguirla. Alguien sabe donde podría encontrarla?

PiojoPromiscuo dijo...

Adrian, googleala ("blow up torrent" me trajo un monton de sites) o anda a la plaza Rivadavia y fijate si algun "honesto vendedor" te la consigue.

Adrián dijo...

Voy a optar por Rivadavia, porque con la compu soy un desastre. Gracias y saludos.