jueves, 30 de octubre de 2008

De espejos y reflejos

En un intento por lograr que estos textos le resulten agradables a un mayor número de lectores, decidí escribir un artículo múltiple (de algo tenía que servirme esto de tener muchas personalidades, disputándose constantemente el dominio de mi voluntad). Y supuse que la multiplicidad sólo era concebible a partir de los espejos. Quienes prefieran no perder tiempo en preliminares, pueden lanzarse directamente a la lectura del relato, saltear la bastardilla e internarse heroica o perezosamente en terrenos desconocidos. Aquellos que, en cambio, prefieran prepararse para la expedición, deberán leer estas instrucciones, de principio a fin.

Instrucciones para leer un texto múltiple

1) Los lectores que no tengan demasiado tiempo, podrán optar por leer sólo las palabras que están en negrita y bastardilla y continuar con sus vidas y sus asuntos personales de inmediato. Cabe aclarar que esta clase de lectores son los que se encuentran más alejados de mi estima.

2)
Los lectores que estén aburridos o estén haciendo tiempo para salir del trabajo o, si son más afortunados, encontrarse con una señorita (un señor, en su defecto) podrán leer la historia completa y, luego, seguir sólo las palabras en negrita y bastardilla.


3)
Los lectores que deseen buscar otro tipo de interpretaciones , luego de seguir al pie de la letras las sugerencias del punto 2), podrán pensar largamente en los espejos. Éstos son superficies pulidas que nos devuelven una imagen exactamente igual a nosotros, pero invertida. Hay algo que no se ajusta a la realidad en el reflejo: la derecha es la izquierda y el este es el oeste.


4) Los lectores que deseen toparse con explicaciones metafísicas deberán observar las instrucciones del punto 3) y pensar que Borges (siempre queda bien citarlo: cuando menciono su nombre en una pizzería, todos los comensales dan crédito a todo lo que digo, aunque sea una verdadera estupidez) en su libro Zoología fantástica cuenta que antiguamente el mundo de los espejos y el de la realidad estaban comunicados y uno no era copia del otro. Pero las huestes del otro lado del espejo invadieron la Tierra. El Emperador Amarillo logró vencerlos y, por medio de un conjuro, les impuso el castigo de repetir los actos originales que se producen de este lado, como si se tratara de una ensoñación. Sin embargo, es sabido que los enemigos se librarán de su letargo y atacarán nuevamente la Tierra, esta vez para vencer. Podremos conocer la inminencia de la invasión cuando encontremos diferencias en el reflejo, cuando veamos la sublevación del pez -o tal vez del tigre- y cuando logremos escuchar los estruendos de las armas.

5)
Los lectores que se sientan aburridos por tanta explicación, podrán abandonar el blog de inmediato, si es que ya no lo hicieron.


6)
Los lectores que ni siquiera hayan entrado en este blog podrán continuar con sus vidas, tal vez más felices que los condenados a leer estas palabras.


De espejos y reflejos

En Occidente nos cuesta bastante trabajo distinguir a dos orientales. Esta particularidad la conoce cualquiera que haya entrado a un supermercado y haya creído ver al mismo hombre a comienzos y a finales de una góndola. La facilidad con la que se reproducen los mismos rasgos en distintas caras nos conduce al desconcierto.

Pero, aunque normalmente no lo admiten, los nacido en Oriente también tienen dificultades para reconocerse. Es sabido que en Japón y en otros países aledaños la infidelidad no es condenada, simplemente porque a veces ocurre como producto de una confusión (nunca falta el turista que aprende el método e intenta aplicarlo en su tierra, generalmente con poco éxito). El concepto de identidad es considerado un mito por unos y una utopía por otros. Dos ojos, una nariz y una boca dispersos en un rostro de manera siempre original son considerados un derroche o una impericia de la naturaleza, que se esfuerza en hacer hermanos idénticos y fracasa, quizás por distracción.

De todas formas, existen 23 millones de peritos (en Oriente ésta es una cifra escasa), capaces de distinguir las mínimas diferencias entre dos personas. Se trata de profesionales con el metódico talento de mirar aquello que el ojo corriente no puede advertir. Generalmente trabajan en departamentos de policía, donde los identikits no tendrían ninguna utilidad si no fuera por su obstinada colaboración. El experto más eficiente de todos los tiempos se llamaba Xiao Liu y se exilió de Pekín por cuestiones de honor, según repetía con gesto melancólico a todo aquel que se lo preguntaba, mientras permitía que su atención se perdiera en el recuerdo y se negaba a dar más detalles:

- De mi país, sólo traje el presente. Mi pasado se quedó en China.

Se instaló en el porteño barrio de Flores, cuyo nombre le resultó siempre impronunciable hasta tal punto que en alguna ocasión se guardó dos flores en sus bolsillos, para mostrárselas a los taxistas y así indicarles, con menor esfuerzo, hasta qué barrio necesitaba ser transportado.

Con sus propias manos edificó un modesto supermercado con una habitación, una cocina y un baño en la planta alta. Los ambientes eran sumamente oscuros y húmedos, pero después de colgarles unas cortinas rojas con ideogramas amarillos, comenzó a llamarlos 'mi nuevo hogar'.

Su arte y sus destrezas no sirvieron de mucho en tierras de rostros obscenamente diferentes. Distinguir a Ecuménico de su gemelo era una tarea simple, porque Ecuménico, a diferencia de su hermano, había perdido el pelo con notable celeridad, lo que, a los ojos estirados de Xiao Liu, demostraba que el problema de la calvicie no era genético, sino de índole moral:

- Los pelados son personas inescrupulosas - afirmaba con sabiduría.
- ¡Eso incluiría al 70% de la población masculina! - le retrucaban personas de cabelleras exiguas.
- Por supuesto - sentenciaba Xiao Liu.

Una mañana, el despertador sonó con la naturalidad de siempre y el perito devenido en supermercadista, caminó los acostumbrados diecisiete pasos que separaban su habitación del baño. Se acomodó frente al botiquín mientras empuñaba el cepillo de dientes y conoció por primera vez el espanto. Cientos de diferencias le saltaban de la cara y Xiao Liu no pudo entender quién era ese extraño que lo contemplaba, con un horror semejante al suyo, pero completamente distinto.

Clausuró puertas y ventanas y se quedó agazapado en la oscuridad, después de destruir el espejo y correr a su habitación.

Los días pasaron y los vecinos del barrio de Flores, necesitados de leche y galletitas, se congregaron en la puerta del supermercado. Golpearon la cortina, pero no obtuvieron respuesta alguna.

El rumor del misterioso caso se difundió con rapidez y se instaló en lugares disímiles como el Centro Argentino de Yoga Yin y Yang. Sus miembros decidieron tomar cartas en el asunto e irrumpieron en el departamento de Xiao Liu. Primero se encomendaron al sol e inmediatamente después rompieron la puerta con un hacha. Lo encontraron acurrucado en un rincón. Hablaron con él e intentaron hacerlo entrar en razones. Le explicaron que el espejo siempre devolvía diferencias, pero no por malignidad, sino porque el tiempo nos imponía transformaciones. Novedosas arrugas surcaban nuestras caras, el pelo perdía su color, nuestros movimientos se volvía lentos y torpes y nuestra voz perdía su firmeza.

Xiao Liu reflexionó unos instantes. Hizo una pausa, en apariencia, interminable y finalmente se puso de pie. El presidente del centro de yoga lo contemplaba, satisfecho, hasta que el oriental se arrojó sobre él y sobre toda su comitiva, con una violencia inusitada, para expulsarlos de su departamento, al grito de que la revelación de ellos era mil veces más aterradora que la idea de que una imagen desconocida hubiera usurpado el lugar de su reflejo:

- ¡Ninguna noticia podría ser peor! - vociferó, mientras los practicantes de yoga intentaban lanzarse escaleras abajo, para ganar la calle y ponerse a salvo de la furia de Xiao Liu -. ¡La suplantación era horrorosa, pero tenía remedio! ¡El paso del tiempo, en cambio, es una fatalidad! ¡Monstruos! ¡Monstruos!

Xiao Liu jamás volvió a abandonar su habitación y, al poco tiempo, el barrio y el mundo entero terminaron olvidándose de él.

35 comentarios:

Ana dijo...

No estoy aburrida (tengo mucho trabajo), no estoy esperando a ningún señor, y lo que es aún peor que el segundo punto, no estoy por salir del trabajo (me faltan como tres horas). Aún así leí todo completo.

Y te digo dos cosas: el paso del tiempo es terrible. A horas de cumplir 25 años, puedo decir por experiencia propia que esto es así.

Y otra cosa: los orientales son todos iguales, TODOS! Excepto uno con el que tuve una cita a ciegas, que omitió decirme que era oriental, que medía 1.50 y que pesaba 160kg. O sea, uno de los pocos orientales gordos del planeta estuvo frente a mí.

Que si era luchador de sumo? No lo sé. No le di tiempo ni a que me cuente eso. Dije "hola", me tomé mi Seven-UP muy rápido, y huí.

Julia dijo...

Leí todito el post, con bastardillas y negritas incluidas, y la frase formada aparte.

Me encantó la historia. Pobre Xiao Liu!. Descubrió la fatalidad del paso del tiempo. Mejor hubiese sido encontrar el portal a un mundo distinto a través del espejo.

Beunísimo tu teoría de la infidelidad en los países orientales!

Saludos

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

!nítraM ,sotxet sut nalumitse em omóC¡
.on o eseifnoc ol ,esrangiser ereiuq eidan euq ol a ogla se opmeit led osap le euq ósnep sámaJ .odot led aíreerc el acnun euq ed sadneibas a óerc ol :roep se euq ol O .artseum el etsé euq ol reerc on arap olós ojepse le ótnevni erbmoh lE

Anónimo dijo...

Es un gusto leerte.
El tiempo es una de las cosas que mas me sorprende, me encanta.
La imagen que nos devuelve el espejo es nuestra autoestima. (Va, creo. Es una obviedad?)

Claudio muy original lo tuyo! me hiciste acordar a mi infancia cuando, con cartas, jugaba a complicarle la luctura a los demás.

Anónimo dijo...

ja! y me acabo de dar cuenta como me complicaba yo escribiendo! que paspada...

Martín dijo...

Ana: Mi mamá es japonesa, mi papá no, y una vez tuve una cita a ciegas con una chica que se fue corriendo como Cenicienta. Ahora me doy cuenta: ¡eras vos!

Ya que nuestro romance no prosperaría, por lo menos debiste pagar tu gaseosa.

Julia: En realidad, Xiao Liu iba a atravesar el espejo, pero temí que me acusaran de plagiar a Lewis Carroll, así que dejé al chino solo y viejo, en un cuarto oscuro y húmedo. Mis críticos deberían sentirse culpables por el triste destino de mi personaje, ya que ellos son los responsables.

Por otro lado, si les hacen esta cochinada a personajes imaginarios, no sé lo que podrán hacerles a personas de carne y hueso.

Claudio: No se me ocurre nada más triste que el paso del tiempo. Todos saben que Heráclito llegó a la conclusión de que nadie se baña dos veces en el mismo río. Nadie advirtió que lo dijo con lágrimas en los ojos.

Piojosa: No sé si es una obviedad lo que dijiste, pero aún si lo fuera, no por eso sería menos importante. Pensá que un tipo como Descartes escribió medio libro sólo para convencerme de que existía (cosa que ya lo suponía en el mismo instante de comprar El discurso del método en la feria de Plaza Italia).

Al margen de eso, hay espejos y espejos. Los de los ascensores suelen ser crueles. Magnifican nuestros sueño escaso y nuestros defectos.

Me acabo de acordar que una vez, en un colectivo, me ocurrió algo parecido a Xiao Liu. Me vi en el espejo que cuelga sobre la cabeza del conductor y, por unos instantes, no me reconocí. Al ver a ese extraño, que era yo sin saberlo, pensé algo. Cuando me di cuenta de que era yo, me olvidé lo que había pensado.

Pau Go dijo...

Lo leí, entero y por negritas, y no por falta de laburo.

Parte del comentario donde comento sobre el post: Pobre tipo, darse cuenta, tal vez demasiado tarde, que el tiempo no perdona a nadie... Entendible que se volviera loco y se entregara a las oscuras sombras de su interior (?)

Parte del comentario donde te levanto el ego como blogger: Son geniales tus post. Capaz no es lo mismo que te lo diga yo a que te lo diga alguien que sea realmente groso de la literatura. Pero para el ego, funcionan los dos, no?

Besos!

Martín dijo...

Pau: Siempre que uno descubre que el tiempo no perdona, es demasiado tarde. Comentarios como éste, hacen que nadie sienta verdaderos deseos de compartir conmigo asiento en una fiesta.

Y el elogio me encanta y te lo agradezco. Los verdaderos grosos en literatura casi siempre tienen la simpática particularidad de estar muertos, así que es mejor que no me den palabras de aliento. Me quedo con tus halagos desde el más acá.

Dalma dijo...

que curioso leer este post justo despues de haber gastado un dineral en cremas antiarrugas



(y no es chiste, es ciertooooo)

mantita dijo...

ehhh nose si Xiao Liu nunca habra salido de la habitacion, me parece q lo vi en el mercadito de la vuelta

Anónimo dijo...

Vale. Ya no estás tan sólo en mis marcadores. Ahora eres una de mis suscripciones. Un par de entradas más y estarás en mi barra de favoritos. Media docena más y te pondré junto a Orsai.

Un día de estos comentaré tus textos. Por ahora, me conformo con animarte con elogios.

Martín dijo...

Mantita: Pudo ser él, pudo ser cualquier otro. No es fácil ser diestro en el complicado arte de distinguir orientales.

Lucash: Elogios y comentarios son bien recibidos por mí. Ya tengo unos, ahora espero los otros.

Jesis dijo...

Lo lei completito, desde el comienzo hasta el final, nunca me preocupe por el espejo, solo lo uso para maquillarme, solo a la mañana cuando arranco.
Hace un tiempo comence a notar unas leves, aun, unas lineas de expresión de tanto hacer gestos que pronto se transformaran en arrugas...
El ejemplo del oriental fue acertado, son todos iguales, para mi el parrillero del tenedor libre es igual al tipo de la tienda de l vuelta...tendra dos trabajos?
Martin: no quiero parecer tan inocente, tu mama no es japonesa cierto? porque me entro la curiosidad

Martín dijo...

Dalma: Qué maleducado, me salteé tu comentario.
Yo creo que las arrugas aparecen como consecuencia de tu personalidad. Si te asombrás por todo, te aparecen líneas en la frente. Si te reís de cualquier cosa, en las mejillas. Los que no tienen emociones, parecen siempre jóvenes, pero no sé si vale la pena.

Jésica: No, no. Mi mamá es hija de italianos y se le nota cada vez que alza la voz:

- Dame los cigarrillos, por favor - te dice.
- ¿Dónde están?
- ¡Ahí! - te grita. Con los años entendí que el grito en ellos no denota enojo. El grito no es absolutamente nada para los amantes de las pastas.

Mi papá, en cambio, es hijo de polacos.

Soy esa mezcla rara.

Arle dijo...

Nunca entendí quién es la persona que me mira desde el espejo del baño. Desde luego que no soy yo, si yo me conozco de pe a pa y nada que ver. Por las dudas la saludo, no vaya a ser que se ofenda, salte del vidrio esmerilado y me corte la yugular con una galletita mojada para que sufra más.

Anónimo dijo...

Claro que lo lei todo, lo tuyo no tiene desperdicio, hasta las respuestas a los comments son extenciones del post, siempre tuve dudas de como me veran los demas, y que lo que yo veo en el espejo no sea realidad, me veran como yo veo el comentario de claudio?.Los orientales siempre me parecieron personas con una actitud despojada de sentimientos,inexpresivos y claro ellos por eso no tienen arrugas y ademas para mi son todos iguales. Martin, con respecto a mi comment anterior, el de los blogs premiados, yo no me referia al tuyo, te dejo un beso...mariaM

Martín dijo...

Arlequincita: La vieja estrategia de ganarte la simpatía del que nos resulta peligroso, para evitar sus represalias. Toda mi vida se basa en esa máxima.

Mariam: Lo peor del caso es que muchas veces uno se preocupa mucho por cómo lo verán los demás y los demás ni te miran.

Hace poco hicimos pintar todos los marcos de las puertas y ventanas de mi casa y los postigones. El cambio era bastante notable, porque se trataba de colores bien diferentes. Una persona entró en mi casa, miró alrededor y dijo:

- ¿Cambiaste el mantel?

ZoePé dijo...

Pero..., excelente!

Alejandra dijo...

IMPRESIONANTE TEXTO.
Aunque discrepo con tu comentario: los peores espejos son los de los probadores.

Unknown dijo...

Zoepé: Pero... ¡Gracias!

Alejandra: Hay pocas cosas que odie tanto como comprar ropa. Muchas veces la veo en la vidriera y ni me la pruebo. La llevo y si no me va bien, o me resigno o vuelvo otro día al negocio para cambiarla.
El 95% de mi ropa, me la regalaron.

Puede que tengas razón, pero no tengo forma de comprobarlo.

Jesis dijo...

Martin: quiero que escribas!!! mucho mas seguido, quiero leer mas, quiero sarcasmo, quiero inteligencia, etc. leer pronto.

Martín dijo...

Jésica: Pero escriben más comentarios cuando les doy un poco de tiempo y esta semana tuve pocas visitas (el texto puede ser mejor o peor, no sé, pero lograr que haya otro adentro es complicado, así que quiero que lo lean algunas personas más, para justificar el esfuerzo).

Ya escribí el artículo que voy a publicar el lunes. Lo tengo guardadito acá en Blogger. Pero no puede anticiparlo, por superstición. Falta el fin de semana solamente. No es tanto.

Anónimo dijo...

Muy buena la idea.

Anónimo dijo...

Hasta el lunes hay que esperar?...ufa!!!..MariaM

Martín dijo...

Xavier: Se agradece.

Me acabo de acordar, el otro día fui a una pizzería y el mozo, un hombre gordo de saco blanco, cuando le decías "gracias" te contestaba "merecidas". Nunca había escuchado algo así.

Mariam: Bueno, pero igual les contesto los comentarios y los entretengo con estos. Creo que los tengo mal acostumbrados.

Anónimo dijo...

Martin, por que esperar al lunes? si queres mas comentarios entonces te cuento: me encanta lo q escribis, siempre me dejas pensando, te juro q estoy pensando en lo q escribiste hace 8 dias (aunq para serte sincera, intercalo otros pensamientos), no es justo, quiero dejar de pensar en la imagen q me devuelve el espejo!!! quiero olvidarme de mis arrugas!! hasta el lunes tengo q esperar?? tu doble no querra publicar algo mientras?

Anónimo dijo...

Sé que me estoy repitiendo pero no puedo evitarlo: me encantó. Gracias.

Martín dijo...

Perdida: Hacés bien en intercalar otros pensamientos. Las personas demasiado concentradas en un tema suelen ganar la reprobación de su familia y jefes, cuando no la expulsión lisa y llana del hogar o del trabajo.

Cuando el lunes publique el artículo, vas a entender por qué la demora.

Y en cuanto a mi doble, vos sabés que ellos tienden a la degradación. Con este calor no hacen más que tirarse debajo del ventilador de techo y tomar cerveza. No son de fiar.

Anónimo: Yo también me repito todo el tiempo, pero tenemos la esperanza de que el público se renueve. Gracias a vos.

Anónimo dijo...

Primero leí negritas y bastardillas y después me entró curiosidad por el resto.

Yo no tengo problemas con el espejo. El problema lo tienen mis vecinos. A la mañana es inevitable no mirarte la cara en el espejo. Hay que peinarse y ver como queda, y ahí surje el problema. Me tiento. Empiezo a reirme a carcajadas. Mi cara es un chiste. Me levanto tipo 6 de la mañana y vivo en un edificio super tranquilo. Mis vecinos se despiertan con mis carcajadas, pero cuando me ven la cara se creen que es otra la que ríe, así que andan desconcertados. Por eso digo que ellos sufren.

Cuando estudié japonés, mi sensei me dijo que paradójicamente a los orientales les pasa lo mismo. Dicen que los occidentales somos todos iguales. Yo calculo que es por la visión distorsionada que tienen, pero eso no se lo dije a mi sensei, preferí aprobar.

Muy lindas escrituras las tuyas Martín. Y si bien no soy supersticiosa, en la del cumpleaños te secundo. Si me saludan antes, los reto, me tapo los oídos y canto lalalala lalalalala.

Siga entreteniéndonos.

Martín dijo...

Nana: En casos como el tuyo no es buena idea faltar a las reuniones de consorcio. Vos sabés que en esas instancias los vecinos pierden personalidad, adquieren la de la masa y, así, es mucho más sencillo complotarse. No sea cosa que te sorprenda un golpe comando en plena carcajada a las 6 de la mañana.

Yo tengo cierta desconfianza por los sensei, porque antes de enseñarte cualquier cosa te hacen pintar y pulir toda su casa.

Anónimo dijo...

Ellos desconfían primero de vos Martín, por eso miran así.

Martín dijo...

Nana: Y lo bien que hacen. Solamente un incauto confiaría en un tipo como yo.

Anónimo dijo...

sois una panda de racistas ingnorantes.

Anónimo dijo...

RACISTAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Martín dijo...

Anónimo: No considero racistas ni el cuento ni los comentarios, pero también existe la posibilidad de que esté equivocado. Supongo que la gente puede ser racista por maldad o por ignorancia. Si fuera el primer caso, que enojado me gritaras "racista", no me molestaría en absoluto y me reiría de eso (las personas malas actúan así, al menos es lo que pude ver en las películas).

Pero también podría tratarse de que el texto fuera agraviante y yo no me hubiera dado cuenta. Imaginate que un profesor se matemática castigara a sus estudiantes porque ellos no saben resolver ecuaciones de segundo grado. No sería justo, ¿no? Por eso te invito sinceramente (no estoy siendo sarcástico) a que me expliques qué es lo que ves de xenófobo en el cuento y si me convencés, estoy dispuesto a quitarlo del blog y a pedir disculpas.

Saludos.