lunes, 5 de diciembre de 2011

Adulaciones

Me llegó este mail el otro día del que edito el nombre de la empresa, justamente para no hacerles publicidad:

¡Hola amigo!

Simplemente quiero darte las gracias por tu estupendo blog divagacionesyfobias.blogspot.com.

Tras leer primeramente la entrada "Las dos Buenos Aires" yo pasé un buen rato leyéndolo :) Es muy interesante y fácil de entender.. Me gustó mucho la entrada "De la metafísica y la ley".

Te escribo porque actualmente estoy trabajando en la empresa "blablabla" - metabuscador mundial de empleo y mi trabajo consiste en persuadir a los bloggers agregar nuestros enlaces.

Me encanta mi trabajo, tenemos un equipo genial, pero por desgracia no tengo ni idea de convencer a los bloggers para que colocan nuestro enlace, por eso me temo que yo pueda perder mi puesto :( Aún así, en lugar de enviar miles de emails a varios bloggers, estoy leyendo tu blog...

Sinceramente, no estoy seguro que nuestro enlace (lo saco, como les dije, para no hacerles publicidad) sería conveniente en tu blog, pero si crees que sea posible, te estaria MUY agradecido!!! La verdad que el site en realidad es muy efectivo, ayuda mucho en la búsqueda de trabajo.

Sin más por el momento te deseo un excelente día! Una vez más te agradezco por el blog porque es genial, seguimos en contacto!

P.D. ¿Eres "Escorpion"? Siempre estoy encantado de contactar con alguien de este signo del zodiaco :)


Saludos cordiales,

Alessio Rosaledo




A este mail respondí:



Alessio:

¡Qué bueno que te haya gustado! Puntualmente, ¿qué fue lo que te gustó?

Saludos.

Y él respondió:

Hola Martin,

No podria separar algo concreto, me haya gustada toda la concepción de "Las dos Buenos Aires" J

Saludos cordiales,


Alessio Rosaledo

Y yo respondí:

Supongo que te gustó el título que fue lo único que leíste. ¡Qué ladri!

Igual es simpático el método.

Saludos,

Martín.

Creo que no estoy tan desesperado como para necesitar este tipo de adulaciones. Pero no está de más guardar el mail de este Alessio, porque uno nunca sabe.

domingo, 2 de octubre de 2011

Las dos Buenos Aires

La Lonely Planet es una guía para extranjeros que les indica cómo deben divertirse durante sus vacaciones, y desde que mi amigo James se fue de Argentina, descansa en un estante de mi biblioteca. Digo descansa porque como porteño que soy, desconozco Buenos Aires en forma metódica y jamás me vi en la necesidad de abrir el libro para modificar esta situación. Sin embargo, hace poco más de una semana, el aburrimiento me llevó a perderme un poco en esas hojas. Tengo la edición del año 2002 y un error de imprenta había hecho que las páginas 52 y 53 estuvieran pegadas en un extremo, como hermanas siamesas. Con un cuchillo di fin a esta unión y comprobé que en medio de estas dos hojas sucesivas, había dos páginas sin numeración, en donde estaba escrito el artículo que paso a traducir con mis pobres conocimientos de inglés y la ayuda de diccionarios en línea:

Las dos Buenos Aires

Buenos Aires cuenta con una división situacional en la misma geografía. Recorriendo las mismas calles puede verse la Ciudad de los Hombres Felices y la Ciudad de los Hombres Tristes, según sea la suerte o el destino del observador. En estas tierras del sur, la distribución de la alegría y la desdicha se realiza con rigurosa meticulosidad y resulta imposible mezclar estos naipes. Los Hombres Felices son aquellos que reciben constantemente todo tipo de bendiciones tales como la obtención de los mejores trabajos, el hallazgo de dinero en el suelo, la atención de las mujeres más bonitas de las fiestas, ganar competencias, saludes de hierro, la concreción de todos sus caprichos, sentarse en el único asiento vacío de un colectivo y conseguir teléfonos públicos que funcionen y no se coman las monedas. Estos Hombres Felices se pasean blandiendo sus enormes sonrisas, repletas de dientes ostentosos, delante de la envidiosa mirada de sus vecinos.

Los Hombres Tristes, en cambio, son aquellos que esperan destinos que jamás se cumplen, estudian para alcanzar el camino de la inteligencia, trabajan para escalar posiciones, se esfuerzan para engendrar arte, pero caen en las profundidades del fracaso una y otra vez. Se enamoran y no son correspondidos (e incluso son despreciados) y se entusiasman con acontecimientos insignificantes para que la realidad los golpee con mayor dureza y les recuerde su condición de Hombres Tristes. Se pasean por las calles con un suspiro absurdo y constante y puede reconocérselos por sus espaldas encorvadas.

La Ciudad de los Felices y la Ciudad de los Tristes ocupan el mismo espacio físico, pero diferente espacio metafísico. Si la metafísica contara con dimensiones, la Ciudad de los Felices se elevaría unos metros por encima de la de los Tristes y operaría como filtro. La alegría jamás alcanza los niveles más bajos y queda atrapada en los terrenos superiores. La angustia, en cambio, opera en sentido inverso.

Los habitantes de estos dos mundos suponen que podrían perder su lugar y condición en cualquier momento, pero lo cierto es que las sonrisas jamás se corrompen y las lágrimas jamás se secan.

Los Hombres Tristes se reúnen en oficios religiosos narran la historia de Anabás, que fue el primero en abandonar los terrenos subterráneos para colarse en los dominios benévolos y prometió regresar algún día para ayudar a sus hermanos en su ascenso. Los Hombres Tristes suelen contemplar el cielo en busca de una señal, que no se produce. A veces ven una paloma en pleno vuelo y se llenan de un júbilo transitorio, que no es más que la desesperanza disfrazada. La paloma continúa su aleteo, Anabás no se hace presente y ellos persisten en su condición de Hombres Tristes.

Lo que los Hombres Tristes no se han dado cuenta es que Anabás es un héroe mitológico y es la creencia en él y en el día de la emigración celeste la que perpetúa este presente injusto. Anabás sólo existe en la mente de quienes quieren sonreír y reniegan de que no han sido concebidos para ello. La felicidad no es para todos y la única posibilidad de romper este orden es que cada Hombre Triste se reconozca como tal y descubra a Katabás en su corazón. Si no podemos sonreír, pues no lo hagamos. Pero si la sonrisa no es nuestra, que no sea de nadie. Destruyamos la Ciudad de los Felices. Que no quede piedra sobre piedra ni risa sobre risa. La solución no está allá arriba, sino acá abajo. Que arda aquella ciudad que no nos acepta. Que desaparezca cada árbol, cada ladrillo, cada teja de cada casa. Que sólo veamos humo sobre nuestras cabezas para ver si entonces, de la nada, podemos construir algo mejor que esta iniquidad. Ningún imperio ha resistido al tiempo. Y éste no será la excepción. Lloremos con paciencia. Porque la victoria final será nuestra.

Desp
ués de leer estas páginas corrí a la librería más cercana. Conseguí la Lonely Planet pero una edición más nueva del año 2009. En ella, tras la página 52, se encuentra la 53 y sólo se describe una única Buenos Aires, con un solo obelisco. Me pregunto si mi amigo James habrá leido este artículo escondido en su regalo. Lo dudo mucho, porque parecía un tipo alegre. Pero yo sé por qué ciudad arrastro mi angustia, mientras miro al suelo en espera de la señal de Katabás.